(VaticanNews) La propagación del conflicto ucraniano al resto de Europa sería una «gigantesca catástrofe», que hace estremecer. Lo dijo el cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado, entrevistado por varios periódicos italianos. El prelado pidió que se evite cualquier escalada militar, que se detengan las bombas y que se abran las negociaciones, para las que «nunca es demasiado tarde». Parolin aseguró que la Santa Sede está «dispuesta a facilitar las negociaciones entre Rusia y Ucrania».
En cuanto a la posibilidad de que el conflicto se extienda involucrando directamente a otros países europeos ante el envío de armamento a Ucrania, el Secretario de Estado dijo: «Ni siquiera me atrevo a pensarlo. Sería una catástrofe de proporciones gigantescas, aunque, desgraciadamente, no es una eventualidad que deba excluirse por completo. He visto que en algunas declaraciones en los últimos días se han evocado los incidentes que precedieron y provocaron la Segunda Guerra Mundial. Son referencias que hacen estremecer».
Para evitar este peligro, explica Parolin, «es necesario evitar cualquier escalada, detener los enfrentamientos y negociar». También la posible vuelta a «una nueva guerra fría con dos bloques enfrentados» es un escenario inquietante. Va en contra de la cultura de la fraternidad que el Papa Francisco propone como único camino para construir un mundo justo, solidario y pacífico.
Sobre la posibilidad de una negociación y de un eventual papel de la Santa Sede, el cardenal afirmó: «Aunque ha sucedido lo que temíamos y esperábamos que no sucediera, la guerra desatada por Rusia contra Ucrania, estoy convencido de que siempre hay espacio para la negociación. ¡Nunca es demasiado tarde! Porque la única forma razonable y constructiva de resolver las diferencias es el diálogo, como no se cansa de repetir el Papa Francisco. La Santa Sede, que en los últimos años ha seguido constantemente, discretamente y con gran atención, los acontecimientos en Ucrania, ofreciendo su disponibilidad para facilitar el diálogo con Rusia, está siempre dispuesta a ayudar a las partes a retomar ese camino».
El viernes pasado, como es sabido, el Papa Francisco fue a llamar a la puerta de la sede diplomática de la Federación Rusa en Via della Conciliazione. «Aprovecho la ocasión -dijo Parolin- para renovar la apremiante invitación que hizo el Santo Padre durante su visita a la embajada rusa ante la Santa Sede, de detener los enfrentamientos y volver a las negociaciones. En primer lugar, es necesario interrumpir inmediatamente el ataque militar, de cuyas trágicas consecuencias ya somos todos testigos. Quisiera recordar las palabras de Pío XII el 24 de agosto de 1939, pocos días antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial: 'Que los hombres vuelvan a comprenderse. Reanuden la negociación. Negociando con buena voluntad y con respeto de los recíprocos derechos descubrirán que las negociaciones sinceras y activas nunca están excluidas de un éxito honorable'».
El Secretario de Estado se refirió también a las discrepancias entre las Iglesias: «En la historia de la Iglesia, por desgracia, nunca han faltado los particularismos y han dado lugar a tantas divisiones dolorosas, como atestigua San Pablo en el origen del cristianismo, quien al mismo tiempo nos exhorta a superarlos. En este sentido, vemos signos alentadores en los llamamientos de los jefes de las Iglesias Ortodoxas, que manifiestan disponibilidad para dejar de lado el recuerdo de las heridas mutuas y trabajar por la paz». Por otra parte, las Iglesias «coinciden en expresar su grave preocupación por la situación y en afirmar que, más allá de cualquier otra consideración, los valores de la paz y de la vida humana son los que están verdaderamente en el corazón de las Iglesias, que pueden desempeñar un papel fundamental para evitar que la situación se agrave aún más».
Por último, volviendo al conflicto en curso, el cardenal declaró: Una vez más vemos que la comunicación y la escucha recíproca son necesarias para conocer y comprender plenamente las razones de los demás. Cuando se deja de comunicar y de escuchar con sinceridad, se mira al otro con sospecha y se acaba por intercambiar sólo acusaciones recíprocas. Los acontecimientos de los últimos meses no han hecho más que alimentar esta sordera mutua, llevando a un conflicto abierto. Las aspiraciones de cada país y su legitimidad deben ser objeto de una reflexión común, en un contexto más amplio y, sobre todo, teniendo en cuenta las elecciones de los ciudadanos y el respeto del derecho internacional. La historia está llena de ejemplos que confirman que esto es posible.