(GaudiumPress/InfoCatólica) El día jueves, 18 de febrero, se celebró al beato Juan de Fiésole, mayormente conocido como Fra Angelico, quien fue sacerdote de la orden de predicadores y, además, un importante pintor en la historia del arte.
Para conocer un poco más sobre él y su recorrido, podemos recordar que nació alrededor del año 1395, o quizá, en una fecha ligeramente posterior.
En su juventud temprana, tuvo la oportunidad de participar en una escuela de pintura en la ciudad de Florencia.
Ya cerca al año 1423, en Fiésole y junto a su hermano Benito ingresó a la orden dominica para lo que tuvo que cambiar su nombre de pila, pasando a llamarse Guido, por el de Juan.
Durante su estancia en el convento, tuvo dos veces el cargo de vicario y una vez el de prior. Pero aun dedicándose a su vida como fraile, continuaba practicando y aplicando el arte de la pintura.
Es entonces en 1438 cuando va a Florencia y pinta varios de sus cuadros más importantes, los famosos frescos de San Marcos de Florencia.
Trabajó también en otros lugares, como Roma, donde tuvo la oportunidad de pintar dos capillas de la Basílica de San Pedro.
El Papa Eugenio IV sugirió concederle el puesto de arzobispo de Florencia, sin embargo, Fiésole lo rechazó y en su lugar propuso a San Antonio.
Para la fecha de su fallecimiento, se encontraba en Roma, en el convento de Santa María Sopra Minerva. Culminó su vida terrenal el 18 de febrero de 1455, un tiempo después de que comenzara a conocerse como
Giorgio Vasari, fue su principal biógrafo, quien empezó a plasmar la vida de este hombre un año después de su muerte. Asimismo, afirma que Fiésole era «juzgado de todos no por menos santo que sobresaliente artista. Tenía el hábito de no retocar sus pinturas, sino dejarlas siempre como habían quedado la primera vez, por creer (según decía) que era la voluntad de Dios. Dicen algunos que fray Giovanni no tomaba los pinceles si en primer lugar él no había hecho oración. Ni hizo nunca un Crucifijo, en que él no bañase de lágrimas su cara, por lo que ciertamente se conoce en las aptitudes de las figuras suyas, la bondad del gran espíritu suyo, fundado en la religión cristiana».
Actualmente, sus obras cuentan con reconocimiento en todo el mundo, y sus ángeles, los cuales según quienes le admiran los definen como mezclas de contemplación, espíritu de oración y elevación y sacralidad.
Sus pinturas son un verdadero espejo para el Reino Celestial, y a día de hoy siguen motivando a miles de personas a continuar a recorrer este valle de lágrimas con una sonrisa, arte y buen humor.