(ACN/InfoCatólica) El 18 de octubre de 2020 se produjeron una serie de manifestaciones en Chile para protestar contra varias medidas del gobierno, lo que se ha conocido como «Estallido social». Algunas de estas protestas terminaron en expresiones de violencia extrema, lo que supuso el destrozo de diversos edificios entre ellos se calcula que unas 60 iglesias. El templo de La Asunción, en la capital de Santiago de Chile, fue objeto del saqueo e incendio, y las imágenes de la destrucción dieron la vuelta al mundo. Pero hoy esta iglesia se está reconstruyendo gracias a un grupo de jóvenes voluntarios.
Ana Paula Pove es coordinadora de pastoral del Departamento Universitario Obrero y Campesino (DUOC) de la Universidad Católica. Ella forma parte del proyecto «Sursum corda» que reune a jóvenes estudiantes para ayudar en las labores de reconstrucción de las iglesias chilenas. Ha sido entrevistada en al programa «Perseguidos pero no olvidados» de la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN) en la cadena de televisión Trece.
Personas que construyen
La primera vez que la joven entró en el templo de La Asunción después de su destrucción fue un momento muy impactante, según cuenta: «Para todos los que habíamos ido antes a esta iglesia era un lugar con mucha historia. Ver que estaba destruida, todo el techo estaba caído, todo quemado, con muchos escombros, daba mucha pena. Era como su casa, para tantas personas que acudían a este templo a rezar, a celebrar la Misa y tener sus reuniones».
Ahora, con el apoyo de ACN y gracias al proyecto de reconstrucción, se está dando nueva vida al templo. «Significa un tremendo signo de esperanza, porque aunque existen estas situaciones de violencia, siempre hay personas que quieren ayudar. Yo me quedo con las personas que están dispuestas a levantar algo que se ha caído, como es el caso de esta iglesia y todo lo que se está viviendo el Chile con el movimiento social», reconoce Ana Paula.
Cruces como signo de esperanza
En medio de los trabajos de limpieza y reconstrucción, los voluntarios rescataron muchos trozos de madera calcinados, páginas del Evangelio y retazos de los cuadros que decoraban las paredes de la iglesia, con el propósito de repararlos. En ese momento surgió también la idea de hacer algo simbólico, algo que hiciera que la violencia destructora sucumbiera a la acción del amor. «Con los trozos de madera quemada que si iban a tirar, se les ocurrió a varios alumnos hacer cruces», cuenta Ana Paula. Estos símbolos se regalaron a las personas que participaron en el proyecto, desde profesores, alumnos, ingenieros e incluso el rector de la universidad. «Y se decidió mandarle una al Papa Francisco como signo de esperanza a pesar de todo lo que ha pasado», cuenta alegre la joven antes de despedirse.