(ACN/InfoCatólica) Cuando era pequeño pensaba que era un niño «normal» como el resto de sus amigos, todos de familias musulmanas. Pero no era así. Ali era cristiano y no lo sabía. Sus padres nunca le hablaron de la fe abiertamente por miedo a que lo contara y fueran descubiertos. Él recuerda que en su casa, su madre siempre ponía un plato de más en la mesa por si se acercaba algún necesitado a pedir comida.
En el programa «Perseguidos pero no olvidados» de Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN) en Trecetv, este cristiano afgano nos abre su vida marcada por su seguimiento a Jesús y la persecución.
-¿Cómo descubriste que tu familia era cristiana?
Cuando tenía 8 años iba al colegio y mis compañeros de clase me preguntaron por qué mi padre no iba a la mezquita a rezar. Yo volví a casa y se lo pregunté a mi padre, y él me dijo: ¿quién te ha dicho eso? Mi padre me explicó que no debía decirle a nadie que nosotros éramos cristianos. Mi padre me contó que los cristianos iban a la iglesia, pero no me dijo mucho más por el miedo de que yo contara de nuestra fe y nos descubrieran.
-¿Qué sucedió entonces?
Algunas personas supieron que éramos cristianos. Un día volví a casa del colegio y los talibanes habían destruido mi casa y habían asesinado a mis padres. Mi hermano y yo tuvimos que huir de Afganistán. Él tenía 16 años y yo 8. Fue un viaje que duró 5 años y que cuento en el libro «Esta noche miramos las estrellas». Fue un viaje dramático de cinco años en el que atravesamos Afganistán, Pakistán, Irán, Turquía, Grecia hasta llegar a Italia. En el viaje murió mi hermano.
Mohamed y Ali tomaron una lancha para alcanzar la costa griega, pero su hermano nunca llegó. Ali se agarró a un bidón de gasolina para salvarse pensó: «Si Jesús existe, me salvará de morir ahogado». Con 11 años se quedó solo, pero sin dudar del Señor. Cuando llegó a Italia lo tenía muy claro: quería estudiar Derecho para poder defender y ayudar a los más vulnerables que habían sufrido tanto como él.
Nunca se olvidó de sus raíces afganas y con fidelidad contactó y apoyó en la fe a una familia cristiana que vivían el cristianismo en secreto en su país natal.
-¿Cómo vivían ellos la fe en la clandestinidad?
Conocí a esta familia por un amigo, hablábamos con frecuencia y les mandaba vídeos de la misa o les hacía transmisiones en directo desde mi teléfono móvil. Para ellos era complicado porque nunca han ido a misa, pero cuando veían los vídeos se emocionaban, lloraban… aunque no entendían nada.
-Pero ellos fueron descubiertos por los talibanes…
En una de las transmisiones de la misa ellos la pusieron en la tele con el volumen un poco alto para que toda la familia pudiera escucharla. Así fue como los vecinos descubrieron que eran cristianos y les delataron.
-¿Qué consecuencias tuvo eso para ellos?
Su padre fue arrestado y no han vuelto a tener noticias de él. La familia tuvo que huir y esconderse en una especie de búnker, y pagar a un guardia para que les protegiera. Gracias a las autoridades italianas y del Vaticano conseguimos que pudieran salir del país y ahora están en Italia.
-¿Cómo vive esta familia sus primeros días de libertad?
El primer día que pudieron ir a misa sólo podían llorar de la emoción. Poder tener la libertad de profesar su fe fue realmente muy emocionante. Y decían: «Después de años y años en la oscuridad, cristianos clandestinos, es como si hubiéramos vuelto a nacer».
Cuando esta familia escapó para salvar sus vidas salieron con lo puesto. Uno de los hijos llevaba una camisa típica afgana que no se la quitó durante días hasta pisar Italia. El Papa Francisco, que estuvo al corriente de su situación, recibió como regalo de manos de un periodista esta camisa durante el vuelo en su viaje a Hungría y Eslovaquia.
No hay atisbo de dolor en el rostro de Ali, que es un hombre muy sonriente. Como no tenía la certeza de haber sido bautizado por sus padres en su país natal, decidió recibir el Bautismo en la Basílica de San Juan de Letrán en Roma. Al despedirse sólo nos pide oraciones por la paz en el mundo.