(ACN/InfoCatólica) Durante la homilía de la celebración eucarística que presidió el pasado domingo 29 agosto en Diman (iglesia de la residencia patriarcal de verano) con estas fuertes palabras, el cardenal libanés Béchara Boutros Raï, patriarca de Antioquía de los maronitas, describió el peor de los desastres que se está cebando con el País de los Cedros, haciendo énfasis en cómo la migración silenciosa ha ido vaciando a la nación de su más preciada riqueza humana y espiritual, empezando por los jóvenes.
El país arrastra desde hace algún tiempo una crisis que parece terminar para muchos analistas. El Líbano ha estado sin gobierno durante más de un año, luchando contra una parálisis económica y social que se ha traducido en farmacias cerradas, estantes de las tiendas de alimentos vacíos y colas inútiles frente a las gasolineras que se han quedado sin suministros.
En medio de todo esto, tal y como recordó el Patriarca, el efecto más devastador de la crisis a largo plazo coincide con el éxodo hacia otros países de libaneses de todas las comunidades étnicas y religiosas, especialmente de los jóvenes. Una hemorragia que desangra a la nación y le quita energía a cualquier posible impulso para volver a empezar.
Reconciliación y diálogo
En su homilía, siguiendo el ejemplo del pasaje evangélico de la adúltera a la que Jesús perdonó los pecados, el Patriarca maronita invitó a todos a reconocer que incluso la posible salvación de la nación libanesa pasa por los caminos del perdón, que abren espacios de reconciliación y convivencia entre los diferentes componentes del país. «Líbano necesita reconciliación, especialmente entre los funcionarios políticos; entre ellos, el pueblo y la política. La actividad política representa el noble arte de servir al bien común», subrayó el Primado de la Iglesia Maronita.
Mientras que en el Líbano las distintas facciones políticas se preocupan por cuestiones triviales de cuotas y cuentas, el pueblo es abandonado presa del hambre, la pobreza y una humillación «que alimentan el éxodo de jóvenes y de muchos libaneses cualificados profesionalmente (médicos, profesores, maestros, empresarios). En este escenario, el Patriarca recordó la urgencia de acelerar a toda costa la formación de un «gobierno de salvación nacional» que se haga cargo de la situación del país y enfrente las fuerzas que amenazan con desmembrarlo.
El pasado 26 de julio, el presidente libanés Michel Aoun encomendó al sunita Najib Mikati la tarea de formar un nuevo ejecutivo tras la dimisión del anterior primer ministro Saad Hariri. Desde entonces, las escaramuzas internas en la política libanesa y también la considerable interferencia de matriz geopolítica internacional han continuado impidiendo la formación de un nuevo ejecutivo capaz de asumir el liderazgo político de un país que parece abandonado a su suerte.