(Asia News/InfoCatólica) El bombardeo de Hezbolá se produjo tras una incursión aérea del ejército israelí en una zona montañosa deshabitada, cerca de la aldea drusa de Shouaya. El episodio fue en respuesta a un ataque a los Altos del Golán (anexionados por Israel en 1967) que si bien provino del Líbano, resultó ser obra de elementos palestinos fuera de control.
La postura de Rai, aplaudida por un amplio sector de la opinión pública, contrasta con el silencio total de las autoridades del gobierno. Éste se limitó a presentar una denuncia ante la ONU, contra el bombardeo israelí que provocó la respuesta de Hezbolá. Las palabras del pastor de la Iglesia maronita desataron una violenta campaña de desprestigio en las redes sociales cercanas al partido proiraní, que le acusaron de querer la «normalización» de las relaciones con Israel.
Con el pretexto de que la incursión aérea israelí no acataba las reglas de combate establecidas en 2006, Hezbolá bombardeó parte de la zona montañosa deshabitada que fue objeto de la incursión israelí. Israel respondió con otra salva de artillería, apuntando de nuevo a la disputada tierra de nadie.
En un discurso pronunciado el sábado por la noche, el secretario general de Hezbolá, Hassan Nasrallah, advirtió a los israelíes que cada ataque de ellos tendrá una respuesta proporcionada y «bien estudiada. Ustedes bombardean, nosotros bombardeamos. No buscamos la guerra, pero estamos preparados para ella y no le tememos», subrayó.
Ante la lógica que defiende Hezbolá, basada en el «mantenimiento de las reglas de combate» con Israel y el «equilibrio del terror» el Patriarca Rai apeló a la «primacía de las decisiones del Estado central en función de los intereses del Líbano», citando textos jurídicos y constitucionales en su defensa.
La población civil atacó a los que lanzaron los misiles
«Estamos al lado de nuestros compatriotas del sur para denunciar la tensión [en la frontera]. Ya están hartos de las guerras, las muertes, los éxodos y la destrucción, y tienen toda la razón», dijo el patriarca.
En efecto, la población drusa de Shouaya atacó el vehículo civil que había bombardeado las posiciones israelíes, cuando éste pasaba por el pueblo al regreso de una misión. Las personas que se encontraban dentro del vehículo fueron agredidas e insultadas por la población.
El jefe de la Iglesia maronita continuó diciendo que «es inaceptable que, en nombre de la igualdad de todos ante la ley, una parte se arrogue el derecho de declarar la guerra o la paz fuera del marco legislativo nacional representado por el Consejo de Ministros, de acuerdo con el artículo 65 de la Constitución».
«Es cierto que Líbano no ha firmado un acuerdo de paz con Israel», continuó Raï, «pero también es cierto que no ha decidido hacer la guerra a Israel y se atiene al armisticio del año 1949».
A continuación, el patriarca recordó que Líbano «mantiene actualmente negociaciones con Tel Aviv para la exploración de petróleo y gas en mar abierto». Pidió al ejército y a la Fuerza Interina de la ONU en el sur del país (Unifil) que tomaran el control de todo el territorio del sur y que aplicaran estrictamente la resolución 1701 (adoptada en 2006 para detener las hostilidades entre Israel y Líbano).
El purpurado destacó especialmente la necesidad de impedir el lanzamiento de cohetes desde el territorio libanés. Esta prescripción no apunta tanto a preservar la seguridad de Israel, sino la del Líbano. «Queremos poner fin a la lógica de la guerra, y favorecer la lógica de la paz y de los intereses del Líbano y de los libaneses», agregó el cardenal.
Unifil, por su parte, habló de una situación «muy peligrosa» e invitó a todas las partes a un alto el fuego. Por su parte, el primer ministro israelí, Naftali Bennett, acusó a Hezbolá de querer arrastrar a Líbano a una guerra contra Israel. «Para nosotros no importa si se trata de una organización palestina o de rebeldes independientes. Israel no aceptará el lanzamiento de cohetes contra su territorio. El Líbano debe controlar a los terroristas que disparan cohetes contra Israel, sean quienes sean», insistió Bennett.
Si bien el territorio ha recuperado la calma, el incidente ha reavivado el debate nacional sobre las armas en poder de la agrupación chií proiraní.