(CNA/InfoCatólica) Es la primera vez desde la Revolución Francesa que los benedictinos regresan a este histórico lugar cristiano fundado por San Eligio en el siglo VII. Este evento, considerado un signo de la providencia por parte de los católicos de la zona, tiene de hecho un significado simbólico, dado que estamos en un momento de la historia en que muchos edificios religiosos en Francia están siendo abandonados, demolidos o comprados con fines seculares.
El regreso de los monjes fue anunciado recientemente por la diócesis de Limoges en un comunicado conjunto de prensa del obispo, Mons. Pierre-Antoine Bozo y de Dom Jean-Bernard Marie Bories, abad de la abadía de St. José de Clairval (Borgoña), que compró la abadía de Solignac a la diócesis para fundar y establecer allí un priorato. Los monjes de Clairval aprobaron el proyecto de fundación con una mayoría de dos tercios.
Después de que los revolucionarios franceses anti-clericales expulsaran a los benedictinos en 1790, la abadía fue utilizada sucesivamente como prisión, internado para niñas y como fábrica de porcelana hasta 1930.
Durante la Segunda Guerra Mundial, sirvió como refugio para maestros católicos antes de acoger a las Cooperadoras Oblatas Misioneras de la Inmaculada a partir 1945. Las religiosas permanecieron hasta la década de 1990 y finalmente se transfirió la propiedad a la diócesis en 2011. La abadía había permanecido deshabitada durante los últimos 17 años.
Mons. Bozo dijo a CNA que el regreso de los benedictinos fue el resultado de un largo período de reflexión durante el cual se reunió con el abad varias veces.
«Estoy agradecido por esta maravillosa noticia, porque hemos estado buscando diferentes soluciones para este lugar durante muchos años, y finalmente el proyecto que más se ajusta al propósito original de esta abadía construida por San Eligio, es decir, las comunidades monásticas, es llevado a cabo por los monjes benedictinos».
Dom Jean-Bernard Marie Bories dijo al periódico diocesano local que su principal objetivo, además de restaurar la Regla benedictina, era hacer de la abadía un centro espiritual de oración y retiro, construido alrededor del claustro y capaz de albergar a más personas que la Abadía de San José de Clairval.
También hay planes para acoger a los jóvenes que se preparan para la Confirmación y otros eventos y darles la oportunidad de retiros espirituales
Bories dijo:
«En este lugar, generaciones de orantes se han sucedido y han creado un caldo de cultivo monástico en el que 'crecerá' un nuevo renacimiento de la antigua orden benedictina: más de 1.150 años de presencia monástica nos conectan y renuevan con una gran tradición y cadena de oración».
Los proyectos requerirán varios años de trabajo en los distintos edificios de la abadía, que se extienden sobre un área considerable. Se espera que el proceso sea largo, tedioso y costoso.
El 1 de agosto algunos monjes llegaron a la abadía para prepararse para la reanudación de la vida monástica en la misma. Supervisarán el trabajo inicial para dar la bienvenida al resto del equipo fundador, que no se mudará hasta el otoño.
Mons. Bozo presidira el oficio de inauguración el 28 de noviembre, el primer domingo de Adviento. La diócesis anunció que a partir de esta fecha los monjes celebrarán una misa diaria en la iglesia abacial en el rito del Novus Ordo con cantos gregorianos en latín. Las celebraciones estarán abiertas al público.
Los monjes también participarán en la vida económica local, inicialmente en cooperación con el sistema educativo católico, que quiere abrir una tienda con productos locales como parte de un curso técnico de dos años en agricultura. Además podrán vender sus productos a través de la tienda y ayudarán a educar a los estudiantes al recibirlos ocasionalmente en sus jardines.
Según Mons. Bozo, la nueva fundación promete ser una verdadera bendición para esta región rural fuertemente descristianizada, donde no ha habido comunidades masculinas contemplativas desde la Revolución francesa.
«Estoy profundamente convencido de la fertilidad de la vida contemplativa, especialmente en nuestro mundo acelerado, materialista e individualista», dijo a CNA.
Añadió que esta fertilidad es aún más valiosa porque está oculta. Dijo que los buenos frutos se verán «a largo plazo» a través de «las raíces más profundas que esta presencia traerá y apoyará a los misioneros».
Y concluyó:
«Esta forma de vida original, que nada contra la corriente en el mundo de hoy, solo puede ser buena para las personas a las que se les ofrece lo que Benedicto XVI solía llamar un 'oasis', un lugar que todos los cristianos necesitan para rejuvenecer.
A la sombra de esta comunidad puedes refrescarte, orar, encontrarte con el Señor en silencio, en paz, rodeado de gente que se mueve con un ritmo lento y muy regular ... eso es lindo.
Esta sabiduría, que es inherente a la Regla de San Benito, en la forma en que funciona, es algo muy reconfortante para nuestro tiempo desorientado».