(AsiaNews/InfoCatólica) Según informa Bernardo Cervellera, editor de Asia News, cada vez son más los obispos no oficiales en China que encuentran obstáculos para desarrollar su ministerio. El arresto domiciliario o en una celda común, el régimen de aislamiento, las dificultades para vivir y las multas hacen que para los pastores sea cada vez más imposible reunirse con sus sacerdotes o fieles. El hecho amenaza con poner en crisis el Acuerdo Sino-Vaticano que, al tratar sólo los nombramientos de nuevos obispos, dejaba en stand-by la cuestión de los prelados no oficiales, reconocidos por la Santa Sede pero no por el Partido. Lo cierto es que desde que se firmó y renovó el Acuerdo Provisional, las acciones contra los obispos clandestinos y sus obras son cada vez más llamativas y violentas, casi como si quisieran eliminarlos, traicionando la premisa de «dejar en suspenso» el tema, como se estipula en el acuerdo.
El último incidente tuvo lugar en Wangli (condado de Cangnan, Zhejiang). La zona pertenece a la diócesis de Wenzhou, cuyo obispo - reconocido por el Papa, pero no por el Partido - es Mons. Peter Shao Zhumin. En Zhejiang, donde el porcentaje de cristianos supera el 10%, hay familias que han construido una capilla privada en su propiedad. El 16 de marzo, el Sr. Huang Ruixun, de 56 años, ofreció su capilla a Mons. Shao Zhumin y a unos veinte fieles. Por ello fue condenado al pago de una multa de 200.000 yuanes (unos 25.510 euros). El motivo descrito en la denuncia es que el Sr. Huang hizo que su capilla fuera utilizada por Mons. Shao «para actividades religiosas ilegales, proporcionándole además el almuerzo, una sala de descanso, etc.».
La denuncia de la Oficina de Asuntos Religiosos del condado señala que el hecho de «facilitar actividades religiosas ilegales» atenta contra el Nuevo Reglamento de Actividades Religiosas. De hecho, la Nueva Normativa, promulgada unos meses antes del Acuerdo, en febrero de 2018, exige que las actividades religiosas «normales» tengan lugar solo en lugares registrados ante el gobierno. El hecho es que la capilla que ofreció el Sr. Huang es como una casa privada, y tiene todos los permisos regulares para ser utilizada como una capilla privada. Desde este punto de vista, muchos creyentes en China se preguntan si rezar en grupo en casa -como ha ocurrido durante este periodo de pandemia- no es una «actividad religiosa ilegal» que debería ser multada.
Por ello, la denuncia expone otra violación:
«En la medida en que el organizador de las actividades ilegales fue ordenado por una institución extranjera, esto va en contra del principio de independencia, autonomía y autoadministración de la Iglesia en China».
Este es el quid de la cuestión: Monseñor Shao Zhumin es un obispo por mandato del Papa («institución extranjera») y no se adhiere a los principios de «independencia, autonomía y autoadministración» de la Iglesia en China, que según el Partido son elementos necesarios para desempeñar el ministerio. Precisamente en relación con esto, a partir del primero de mayo entrarán en vigor las nuevas «Medidas administrativas para el personal religioso». Éstas exigen que todo obispo o sacerdote (u otra figura religiosa de otras confesiones), cumpla estos criterios: «Amar a la patria, apoyar la dirección del Partido Comunista Chino, defender el sistema socialista, respetar la Constitución, las leyes, los reglamentos y las normas, practicar los valores fundamentales del socialismo, adherirse al principio de independencia y autogestión de la religión y adherirse a la política religiosa de China, manteniendo la unidad nacional, la unidad étnica, la armonía religiosa y la estabilidad social» (Art.3).
Mons. Shao Zhumin es una de las personas más dulces y mansas que conocemos. Su no adhesión al principio de «independencia, autonomía y autogestión» no es una opción «terrorista», sino cristiana, porque piensa que su ministerio depende siempre del ministerio petrino del Papa. Y es muy curioso que en el caso de Monseñor Shao Zhumin, el vínculo con el pontífice sea visto como una relación con «una institución extranjera». En cambio, en el caso del nuevo nombramiento de obispos que pretende imponer el Partido, la «última palabra» del Papa (como dijo el propio Francisco) es bienvenida e incluso (probablemente) estipulada en el Acuerdo. En cualquier caso, la multa por ofrecer hospitalidad en la propia casa, «proporcionando también el almuerzo, una habitación para descansar, etc.» parece una violación de la Constitución china, que predica el derecho de todo ciudadano a la libertad religiosa.
Como mencioné anteriormente, los continuos obstáculos que se imponen a los obispos no oficiales son, de hecho, una traición al Acuerdo, que planeaba dejar las cosas como están, hasta que la Santa Sede y el gobierno chino abordasen la cuestión. Lo cierto es que hay obispos bajo arresto domiciliario, como Mons. Jia Zhiguo, obispos a los que se les ha cortado el agua, la electricidad y el gas, como Mons. Guo Xijin, y ahora obispos que no pueden ser recibidos por sus propios fieles, como Mons. Shao Zhumin.
Hay otro aspecto grave en el que el Acuerdo corre el riesgo de ser traicionado. En el pasado, los obispos oficiales y no oficiales se reunían y ofrecían a las comunidades clandestinas el uso de las iglesias para las celebraciones. Con el Nuevo Reglamento y sobre todo con las nuevas medidas, esta hospitalidad se vuelve arriesgada e «ilegal»: crea una mayor división entre lo oficial y lo clandestino, y hace que la reconciliación -tan deseada por el Papa Francisco- sea aún más lejana.