(Kath.net/Il Messagero/InfoCatólica) «¿Cisma en Alemania? De hecho, ya comenzó. Visto técnicamente, se puede hablar de cisma cuando hay un proceso en marcha que conduce a separarse de la comunión jerárquica, del Papa». El cardenal Walter Brandmüller, presidente emérito del Comité pontificio para las ciencias históricas, gran conocedor de la dinámica eclesial, no duda de lo que está ocurriendo. «Dicho de una manera sencilla, el cisma es el rechazo de la comunión jerárquica del obispo o del papa, algo que está ocurriendo delante de nuestros ojos; basta con ver las declaraciones o las posiciones de muchos obispos alemanes».
Entrevista de Franca Giansoldi al cardenal
Desde hace un tiempo hay un clamor por reformas sustanciales, por ejemplo, respecto al celibato sacerdotal, la ordenación de mujeres y, recientemente, también la bendición de parejas homosexuales…
La exigencia más urgente respecto a estas reformas proviene, sobre todo, de los funcionarios del catolicismo organizado, de los movimientos, del Comité central de los católicos alemanes, que representan a la abrumadora mayoría de empleados de las estructuras eclesiales, pues no olvidemos que, en Alemania, la Iglesia católica es el segundo más grande empleador después del Estado. Y volviendo al cisma, hay que tener cuidado con no confundir dos aspectos: el cisma y el disenso a nivel doctrinal, pues en este caso se trata de herejía. En el caso alemán, tenemos estos dos casos.
Tal vez no es solo más que una crisis pasajera…
En mi opinión, la situación de Alemania está comprometida, porque no solo hay un rechazo de la comunión jerárquica, sino porque también campea el desacuerdo a nivel doctrinal. Algunas veces puede haber diferencias de opiniones, que no necesariamente signifiquen un cisma. Sin embargo, el caso alemán es completamente nuevo y, en mi opinión, preocupante.
¿Podría hacerse cada vez mayor el distanciamiento con Roma?
Como dije: en este caso tenemos también un disenso a nivel dogmático sobre verdades de fe. Es una situación implícita de herejía. Desde el punto de vista dogmático, lo que ocurre en Alemania es tanto un cisma como herejía.
¿Por qué cree que se llegó tan lejos?
Hace tiempo que reclaman el sacerdocio femenino, la comunión para los separados vueltos a casar, la aceptación de la homosexualidad, la bendición de uniones homosexuales. Es un derivar hacia posiciones protestantes. Tal vez quieren una Iglesia que se una a los protestantes.
¿Y la cuestión del celibato sacerdotal?
Ciertamente, no es una cuestión doctrinal, pero sí una cuestión de la tradición apostólica. Es inaceptable.
¿Quién cree usted que secundará este cisma?
No lo sé exactamente. Pero puedo decir con certeza que todo esto es indiferente para la mayoría de los católicos alemanes. Tenemos una sociedad fuertemente secularizada: la participación en la misa dominical es, por mucho, del 10% de las personas. Quienes sostienen las tesis progresistas son gente que esta unida al Comité central de los católicos alemanes, pero, créame, la mayoría de los fieles es indiferente. El secularismo es galopante y los fieles se han distanciado cada vez más de la Iglesia.
Desde un punto de vista técnico, ¿cuándo se inicia un cisma?
Es un proceso. No hay un hecho único. Los cismas históricos fueron tomando forma en el transcurso del tiempo y a partir del hecho de que las personas no reconocieron más la autoridad del papa y de la jerarquía. Este es el comienzo de un acto cismático, luego se van desarrollando las formas de maneras muy diversas. Por ejemplo, el gran cisma de Occidente del año 1054 no fue producto de un único momento. No se cristalizó en un fecha determinada, sino fue consecuencia de un proceso que se formalizó en el siglo XII.
Y luego llegó, además, Lutero…
Eso fue más una herejía que un cisma. Lutero negó dogmas fundamentales; rechazó los sacramentos, a excepción del Bautismo y la Eucaristía. De todas maneras, es difícil enumerar los cismas en la historia. En la Iglesia primitiva, por ejemplo, hubo muchos, y con el transcurso de los siglos fueron cada vez menos.
¿Y el cisma de Lefebvre?
Los seguidores de Lefebvre son muy creyentes y fieles, pero respecto al desarrollo del Concilio vaticano II –que según mi opinión fue malinterpretado– no distinguen entre el valor dogmático y vinculante de las cuatro constituciones dogmáticas y aquellos textos de contenido práctico y disciplinar, que poseen un carácter jurídico-pastoral y están sometidos, por ello, a los cambios históricos.
Pero ¿no le parece justo darles a las mujeres una mayor importancia en la Iglesia de lo que hasta ahora han tenido, es decir, prácticamente ninguna?
En el futuro, las mujeres podrán desempeñar un papel muy importante. Pueden, por ejemplo, hacerse cargo de las finanzas de la Iglesia. Pueden dirigir el IOR (Instituto para las Obras de Religión), pero no podrían ocupar el cargo de un secretario de Estado en el Vaticano o de un prefecto de una congregación vaticana, pues para ello es indispensable la ordenación sacerdotal. Pueden ocupar posiciones directivas si ello ni implica las ordenes sagradas.
¿Estará siempre la Iglesia tan concentrada en el varón?
La Iglesia tiene dos niveles: el dogma de los sacramentos y su posición en la sociedad actual. En este segundo ámbito, la mujer puede, sin problemas ocupar posiciones directivas. Pero nunca podrá ser sacerdote u obispo…
¿Tampoco una mujer cardenal?
Hay un debate al respecto. Pero la elección del papa en el conclave es un acto altamente pastoral, que está vinculado al sacramento del orden.
Pobres mujeres, siempre al margen de la sociedad…
Nosotros, los varones, somos mucho más pobres, pues, sabe usted, nunca lograremos dar a luz un hijo…
Traducido por LCH para InfoCatólica