(Fides/InfoCatólica) Mons. Luiz Fernando Lisboa, hasta ahora obispo de Pemba que se prepara para dejar la provincia, ya que acaba de ser nombrado por el papa Francisco como arzobispo (ad personam) de la diócesis de Cachoeiro de Itapemirim, en Brasil, describe a la Agencia Fides la situación que va a dejar atrás cuando parta para el continente americano:
«La provincia de Cabo Delgado sufre desde hace tres años y cuatro meses una guerra terrorista que ha provocado la huida de más de seiscientas mil personas y la muerte de más de dos mil. La ciudad de Pemba, su capital, ha acogido a más de ciento cincuenta mil refugiados desde el inicio del conflicto y cada una de las demás ciudades de la zona sur o centro, se encuentran en situaciones similares, es decir, con miles de refugiados cuya situación se agrava fuertemente por los ciclones que han devastado esas zonas en los últimos meses».
El obispo observa el grave momento por el que atraviesan algunas zonas de Mozambique y que pone a prueba el camino del renacimiento de todo el país desencadenado por el fin del sangriento conflicto en 1992.
«El hacinamiento y la enorme concentración de personas en algunas zonas han favorecido el mayor movimiento de miles de personas hacia las tres provincias de Nampula, Niasa y Zambezia, ampliando la zona crítica. Mientras tanto, los ataques continúan, aunque en menor medida, y estamos luchando por ver el fin del conflicto».
El obispo prosigue:
«El año pasado, además de los atentados, lamentablemente también tuvimos que hacer frente a dos ciclones en Mozambique, uno de ellos, Idal, azotó el centro del país mientras que el otro, Kenneth, precisamente golpeó la provincia de Cabo Delgado. Ambos dejaron un rastro de destrucción y pérdida de vidas. Al final del año pasado y a principios de este, la región central del país fue azotada por dos nuevos ciclones. La región de Cabo Delgado se encuentra en medio de la temporada de lluvias y la situación sin duda agravará las condiciones de muchos que viven en tiendas de campaña o en asentamientos u otros alojamientos improvisados. Toda la provincia de Cabo Delgado es zona de guerra y allí viven cerca de dos millones trescientas cuarenta mil personas, y los que no son desplazados se ven afectados por la grave situación al igual que los que sí lo son».
Todos los intentos de llevar el conflicto a un plano de negociación chocan con la imposibilidad de encontrar interlocutores entre los terroristas y representantes oficiales de sus instancias:
«No hay nadie con quien negociar porque los terroristas no tienen rostro, no han expresado un nombre que los represente. El Presidente de la República ha brindado protección a los jóvenes que decidan dejar los grupos armados, pero hasta el momento no ha habido respuesta al llamamiento. La esperanza que tenemos es que con la ayuda de la Unión Europea, la Unión Africana, la Comunidad de Desarrollo del África Meridional (SADC - Southern African Development Community), podamos salir de esta situación».
La Iglesia, vista como un organismo de mediación y un de apoyo a las poblaciones afectadas por conflictos o desastres, juega un papel protagonista en este complicado momento.
«Actualmente no es posible iniciar ninguna mediación porque no sabríamos con quién negociar. La Iglesia ha estado y estará siempre a plena disposición del diálogo y se ofrece permanentemente como mediadora de confianza. Hemos cumplido con nuestro deber de hablar, de denunciar la guerra desde sus inicios, posición que no agradó a mucha gente, incluidos los representantes del gobierno.
La Iglesia ha activado la distribución de ayuda humanitaria a través de Caritas. Además, recientemente también ha creado un grupo de unas 70 personas que brindarán servicio de apoyo psicosocial a las personas, permitiéndoles contar su historia, sus traumas, sus tragedias y poder, con su ayuda, levantar la cabeza y empezar de nuevo».