(ACN/InfoCatólica) El día 04 de agosto nacería el primer hijo de Nabil y Christelle, en el Hospital de San Jorge en Beirut.
Ese día los embargaba la felicidad, sin imaginarse lo que sucedería 15 minutos después del nacimiento de su bebé.
A las 6:07 p. m., ocurrió la explosión devastadora de 2.750 toneladas de nitrato de amonio en el puerto de Beirut. Donde murieron más de 200 personas murieron y más de 6.500 resultaron heridas.
«Todo saltó por los aires; pensé que había estallado la guerra. Mi primer pensamiento fue para mi esposa y mi hijo. Fue un milagro: cuando veo la cuna donde estaba Nabil, solo puedo dar gracias a Dios, pues estaba bajo la ventana reventada, llena de cristales que habían atravesado la colcha como pequeñas lanzas. Pero a Nabil no le había pasado nada. Nada».
Nabil no podía creerlo, tomó a su hijo en brazos sin poder salir de su asombro. El hospital donde nació el bebé es el más antiguo de Beirut y quedó completamente destruido.
La esposa de Nabil fue trasladada de urgencias a otro hospital a 80 kilómetros de distancia.
Él cuenta cómo este evento le ha cambiado la vida. Nabil, sigue luchando y trabajando para construir el Líbano, donde muchos cristianos se sienten abandonados y desahuciados.
Con la explosión, más de 300 mil personas lo han perdido todo, y pronto se acerca el invierno. Además, la crisis social y política mantiene al país sumergido en la miseria.
Nabil considera que el hecho de que su hijo naciera y siga con vida después de esta inmensa explosión es un milagro «Una y otra vez le digo a mi hijo: estás vivo porque Cristo te ha salvado. Tu madre y yo sufrimos heridas, pero tú no tienes ni un rasguño. Nunca lo olvides. Jesús estaba contigo en ese momento. No tengas miedo, Él siempre estará contigo».
Solo pide al niño Jesús paz y seguridad para su bebé: «Paz, seguridad… y fuerza para llevar la cruz de Cristo, porque estar cerca de Cristo significa tomar su cruz. Mi hijo vive esto desde el minuto quince de su vida, y nosotros, los cristianos del Líbano, conocemos esto muy bien, pues hemos sobrevivido a guerras y persecución. Estamos vivos porque tenemos una misión que cumplir: dar testimonio de Cristo. Eso trae consigo la cruz».