(AsiaNews/InfoCatólica) El Padre Alfred Maravilla, un salesiano de 57 años, con 21 años de experiencia misionera en Papúa Nueva Guinea, se ha convertido en el mes de marzo en consejero del Departamento de Misiones de su congregación.
Aquí deja una breve reflexión a todos los misioneros: «Los misioneros no son primordialmente "proveedores de servicios sociales", sino evangelizadores que proclaman "el misterio de Jesús de Nazaret, Hijo de Dios". Y en aquellos lugares donde ni siquiera podemos mencionar el nombre de Jesús ni exhibir símbolos cristianos, el testimonio debe ser tan claro que despierte el interés. No reducir la presencia cristiana a "una ONG" es una preocupación constante del Papa Francisco desde Evangelii Gaudium, y de Benedicto XVI y Juan Pablo II antes que él».
Tan solo en Asia los Salesianos cuentan con más de 4000 miembros llevando acabo trabajo pastoral, manteniendo las obras misioneras y casi 1000 instituciones educativas.
«La fiesta de Navidad nos lleva al corazón de nuestra fe cristiana. Sin embargo, cuando se eliminan todas las referencias al nacimiento de Cristo, deja de ser Navidad. De hecho, ¡no hay Navidad sin Jesucristo!
A menudo nos invitan a abrir una presencia salesiana en muchos lugares porque valoran nuestra pastoral con los jóvenes pobres y abandonados, la formación técnica en nuestros centros o nuestra labor social a favor de los refugiados, jóvenes marginados y desplazados. Esta es una gran bendición. Pero también podría convertirse en un riesgo. Los salesianos corremos el riesgo de enfocarnos tanto en nuestro trabajo por la promoción humana y el desarrollo de los pobres y marginados que podríamos terminar siendo menos evangelizadores y más trabajadores sociales o proveedores de servicios sociales. Si eso ocurre, pronto desaparecería el deseo de hacer el bien y ya no experimentaríamos la alegría de evangelizar. ¡No hay misión sin Cristo! De hecho, "¡No hay verdadera evangelización si no se proclama el nombre, las enseñanzas, la vida, las promesas, el Reino, el misterio de Jesús de Nazaret, Hijo de Dios"! (San Pablo VI, Evangelii Nuntiandi, 22).
Ciertamente, "Ningún creyente en Cristo, ninguna institución de la Iglesia puede eludir este deber supremo: anunciar a Cristo a todos los pueblos." (Redemptoris Missio, 3). Pero hay situaciones o contextos en los que ni siquiera podemos mencionar el nombre de Jesús o exhibir símbolos cristianos. En esos casos, aunque no sea prudente hablar de Jesús, no debemos perder nunca ese deseo interior y esa intención íntima de hacer lo que hacemos para dar testimonio de Jesús. El desafío es vivir de tal manera que nuestro testimonio de vida se convierta en un medio. despertar el interés por descubrir la persona de Jesús. De hecho, "no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva". (Benedicto XVI, Deus Caritas Est, 1).
Vivir hoy el espíritu misionero de Don Bosco significa renovar cada día nuestro encuentro personal con Jesucristo, no para predicarnos a nosotros mismos, sino para ser portadores creíbles del Mensaje que llevamos: ¡Nuestro Señor Jesucristo!»