(Vatican.news) El cardenal Leonardo Sandri, Prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales y Gran Canciller del Instituto, señaló en su prolífica intervención que la pandemia de Covid-19 ha obligado a tomar una serie de decisiones: la organización de cursos de seguridad, la reducción de nuevas becas y la anulación del primer año de estudios de la facultad de Derecho Canónico.
El evento tuvo lugar después del rezo de la Divina Liturgia de bendición inaugural presidida por Monseñor Giorgio Demetrio Gallaro, Secretario de la Congregación para las Iglesias Orientales.
«Hay diferentes maneras de afrontar los desafíos y las dificultades desde el punto de vista humano», dijo el cardenal en el Aula Magna del Pontificio Instituto Oriental, refiriéndose a la emergencia de los coronavirus, «para el cristiano, para el creyente, más aún para el que estudia y hace teología, no se trata simplemente de detenerse en el paso del tiempo, en el Kronos, sino de aprovechar una oportunidad en cada situación, es decir, estar atento al kairós de Dios: lo que Dios quiere comunicar a su pueblo en cada momento de la historia que le da para poder vivir y caminar». Considerando entonces la oferta educativa del Instituto destinada al conocimiento de las Iglesias orientales, tenía un pensamiento para los países del Oriente Medio:
«Dirijamos y renovemos una vez más un llamamiento a la paz y la reconciliación, con especial mención a aquella parte del Cáucaso donde pueblos amigos como Armenia y Azerbaiyán han tomado las armas para reavivar un conflicto no privado de intereses y apoyo de las diferentes potencias».
El cardenal Sandri subrayó que el nuevo año académico será «un momento en el que se aprovecharán los mayores recursos para reflexionar sobre la propia misión, sobre el modo de presentar a los estudiantes una oferta formativa cada vez más atenta al presente» y señaló que la Pontificia Universidad Gregoriana, el Pontificio Instituto Oriental y el Pontificio Instituto Bíblico están realizando un «viaje especialmente delicado pero no menos emocionante»: el de la unificación.
El Prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales recordó entonces que este año se celebra el centenario de la proclamación de San Efrén como Doctor de la Iglesia Universal a instancias de Benedicto XV, con la Encíclica Principles Apostolorum Petro del 5 de octubre de 1920, y anunció que los actos organizados por el Pontificio Instituto Oriental, en colaboración con el Patriarcado de Antioquía de los Sirios, se han aplazado hasta octubre del año próximo.
El cardenal Sandri añadió que con esa encíclica Benedicto XV quería dar «consuelo e indicar un faro de esperanza» a los «pueblos orientales» y a las iglesias que después de la Primera Guerra Mundial fueron testigos de la partición del Cercano y Medio Oriente y «cuyos ecos tienen consecuencias aún hoy en día». «En muchos casos, (…) parece que el mundo no ha aprendido la lección -dijo el cardenal- aunque la pandemia ha interrumpido o al menos limitado ciertos fenómenos bélicos, sin embargo la guerra sigue siendo una triste realidad y un triste drama en muchas partes del mundo y en particular en el Oriente tan querido para nosotros».
Refiriéndose nuevamente a la figura de San Efrén, el cardenal comentó que Benedicto XV quería establecer la historia humana y espiritual «como un lugar autorizado de comparación y ejemplo para la identidad y la acción de las iglesias de la época, pero -podemos decir- también para las de hoy». Luego señaló que la dimensión del estudio académico cultivada en el Pontificio Instituto Oriental, «de manera particular en todo lo que son los componentes teológicos, patrísticos, históricos, litúrgicos propios de la facultad de ciencias eclesiásticas orientales», puede «ayudar a los estudiantes a redescubrir los orígenes de sus tradiciones actuales», sentir el eco y la vibración que dilata los espacios del corazón y de la mente para cuestionar cómo el Espíritu, que suscitó esos ejemplos de santidad en sus primeras iglesias, puede todavía soplar en las mentes y en los corazones para repetir hoy las maravillas del primer Pentecostés, el testimonio de la caridad y la presencia de los cristianos en esas sociedades».