(RV/InfoCatólica) Hay que partir del importantísimo hecho cultural de que los pueblos, las ciudades, los monasterios, se tenían que edificar sobre las reliquias lo más importante posible (Rómulo edificó las murallas de Roma sobre el cadáver de su hermano Remo) para entender que se trasladasen restos funerarios desde tan lejos (Santiago murió en Jerusalén) y que luego estos grandes sepulcros moviesen a millones de peregrinos. Sobre el sepulcro de Santiago, se edificó la imponente basílica, y en torno a ella creció toda la bellísima y rica ciudad. Y siguiendo su onda expansiva se fundaron Santiago de Cuba, Santiago de Chile, y centenares de ciudades y lugares de la geografía española e hispanoamericana con este nombre.
Santiago el Mayor, apóstol, es hermano mayor de san Juan Evangelista, llamados ambos los hijos del Zebedeo. Estos eran, junto con san Pedro, los tres apóstoles preferidos, a los que Jesús concede un mayor protagonismo en su vida. Son los tres privilegiados que asisten a la resurrección de la hija de Jairo, los que gozan de la Transfiguración y los que están más cerca de Jesús en el Huerto de los Olivos. Los Hijos del Trueno les puso Jesús de sobrenombre a los dos hermanos por su fogosidad. Según narran los Hechos de los Apóstoles, Santiago fue el primero que sufrió martirio.
Una tradición eclesial explica que, antes de ser martirizado en su tierra, Santiago fuera a España a llevar el evangelio. Difícil le fue al principio con estos paganos; pero animado por la misma Virgen María, que se le apareció en un pilar, sembró la semilla del Evangelio en España. Después volvió a Jerusalén, y allí, Herodes Agripa, le hizo cortar la cabeza. Sus amigos recogieron su cadáver y lo trajeron piadosamente a Galicia. Allí lo sepultaron con gran veneración. Siglos más tarde, por la Edad Media, miles de peregrinos penitentes, siguiendo el camino marcado en el cielo, acudían desde cualquier punto de Europa a visitar la tumba y llorar, arrepentidos, los pecados.
En los primeros años del siglo IX el obispo de Iria, Teodomiro, descubre el sepulcro del apóstol Santiago. Los reyes Alfonso II y Alfonso III levantan iglesias y fundan algunos monasterios. Pero, el culto a Santiago hace recelar a Almanzor que en el 997 arrasa e incendia Compostela llevándose a Córdoba las campanas. Más tarde la peregrinación llega a su auge y Alfonso VI inicia la catedral románica en el 1075. Pocos años después el conde don Ramón de Borgoña y Diego Gelmírez impulsan su construcción y la de otras iglesias, la ciudad crece y sus habitantes llegan a levantarse contra la reina doña Urraca y Gelmírez en 1117. En 1211 el Maestro Mateo y su taller terminan la catedral. Se camina, no siempre de manera pacífica, hacia el final de la Edad Media. El Renacimiento entra de la mano de los Reyes Católicos y de la construcción del Hospital Real, hoy convertido en hotel. Por su parte, los arzobispos de la familia Fonseca dejan indeleble huella al fundar la Universidad, sufragar el espléndido claustro de la catedral y levantar el Colegio de Fonseca.
El barroco renueva la ciudad histórica hasta adquirir casi el aspecto actual, lo mismo ocurre con la catedral, iglesias y monasterios. Hoy, Santiago es una ciudad moderna, con más de 100.000 habitantes, en donde la ciudad vieja, se fusiona con la zona nueva. Es sede del Gobierno Gallego y pilar universitario de la región. Por todo el cariño que despierta esta magnifica ciudad, este 25 de julio serán tantos los peregrinos que festejen a Santiago Apóstol por el don de la fe concedido y por su incansable trabajo de evangelización.