(RV/InfoCatólica) El representante vaticano advirtió que si bien, en 2008, ha habido una disminución del número de refugiados, más de 10 millones todavía viven en los campos y unos 26 millones siguen siendo desplazados internos a causa de conflictos pasados y recientes, por falta de seguridad o debido a persecución. Asimismo, denunció que las personas que piden asilo, los migrantes irregulares y los desplazados, las víctimas de desastres naturales y de los cambios climáticos están confinadas en centros de detención o en campos improvisados, que lejos de los reflectores de los medios de comunicación, viven en condiciones insostenibles que conllevan un inconmensurable dolor físico, mental, emotivo y espiritual.
El observador permanente de la Santa Sede enfatizó la necesidad de respetar las normas del derecho humanitario internacional, especialmente cuando se siguen verificando continuas violencias sexuales contra mujeres y niñas dentro y alrededor de los campos de refugiados. También señaló la urgencia alcanzar y asistir a los prisioneros de guerra y denunció la privación de la libertad, del derecho al trabajo, a la educación, a la reunificación familiar y al desarrollo personal que se presenta en los campos de refugiados o en los centros de detención.
Ante este panorama, la Santa Sede exhorta a las autoridades nacionales y a las partes involucradas en los conflictos armados, a asumir su responsabilidad de proteger la vida de los civiles que están bajo su control o jurisdicción respetando las normas y principios del derecho humanitario internacional, en especial, la protección del personal humanitario y la posibilidad de que la ayuda humanitaria alcance a las personas necesitadas. Una responsabilidad que también deben asumir los Estados en caso de desastres naturales promoviendo y permitiendo el acceso a medidas aptas para salvar el mayor número de vidas, sin usarlas como un control político y sin condicionamiento alguno.
Monseñor Tomasi recordó que cuando las autoridades nacionales no pueden responder a las crisis están llamadas a permitir el acceso de actores regionales o internacionales que trabajan en el campo de las emergencias, teniendo en cuenta que la Organización de Naciones Unidas, al coordinar estas respuestas internacionales, además de gestionar con eficacia los recursos disponibles preservan los principios fundamentales de neutralidad, imparcialidad y humanidad.
En este contexto, el representante vaticano subrayó que muchas organizaciones locales, con frecuencia de tipo confesional, son las primeras en estar presentes en el territorio cuando se verifican conflictos o desastres naturales y las que permanecen incluso después de terminada la intervención internacional, por ello la Santa Sede pidió que se adopten políticas que reconozcan la contribución de estos actores locales a largo plazo y que sea habilitada su capacidad para responder a las necesidades de todos incluso después de la emergencia.
Por último, la Santa Sede se comprometió a continuar sus esfuerzos para atender a las personas golpeadas por crisis humanitarias, independientemente de su etnia o del credo religioso, a través de sus numerosas instituciones de asistencia humanitaria imparcial, que ante todo colocan en el centro a la persona humana, sus necesidades materiales, psicológicas y espirituales.