(ForumLibertas/InfoCatólica) Comenzará un juicio es contra la clínica de género del servicio público de sanidad del Reino Unido, dirigida por el Tavistock and Portman NHS Trust.
Dos mujeres, una joven de 23 años Keira Bell, quien comenzó a tomar bloqueadores de la pubertad cuando tenía 16 años, y por la madre de un chico autista de 16 años (Sra. A.), que está actualmente a la espera de este tipo de tratamiento, son las demandantes.
Su alegato es que los niños no son capaces de comprender adecuadamente las consecuencias de por vida de tomar bloqueadores de la pubertad y hormonas sexuales: «no son capaces de comprender adecuadamente la naturaleza y los efectos de los bloqueadores hormonales. Hay una probabilidad muy alta de que los niños que empiezan a tomar bloqueadores hormonales comiencen más tarde a tomar hormonas sexuales de cambio de sexo, algo que causa cambios irreversibles».
Ellas solicitan al Tribunal Superior británico que dictamine que es ilegal que a los niños que desean someterse a un cambio de sexo se les prescriban bloqueadores hormonales sin una orden judicial de que dicho tratamiento es en su mejor interés.
El abogado de ambas mujeres ha declarado que «el uso de bloqueadores hormonales para tratar la disforia de género no tiene ninguna evidencia científica en su apoyo.
El efecto de los bloqueadores hormonales en la intensidad, duración y resultado del desarrollo adolescente es en gran medida desconocido… hay pruebas de que los bloqueadores hormonales pueden tener efectos secundarios significativos, como la pérdida de la fertilidad y la función sexual y la disminución de la densidad ósea».
La joven de 23 años se basa en su propia experiencia: «comencé a detransicionar el año pasado. Tomé una decisión precipitada cuando era adolescente, como lo hacen muchos adolescentes, tratando de encontrar confianza y felicidad, pero ahora toda mi vida se verá afectada negativamente. La transición fue una solución muy temporal y superficial para un problema de identidad muy complejo».
El abogado argumenta: «Que los niños no son capaces de dar un consentimiento informado para someterse a un tipo de intervención médica sobre la que la base de pruebas es deficiente, los riesgos y los posibles efectos secundarios siguen siendo en gran medida desconocidos, y que es probable que los ponga en un camino hacia consecuencias físicas, psicológicas, emocionales y de desarrollo permanentes y que alteran la vida».