(Zenit/InfoCatólica) En compañía de algunos jóvenes de São Paulo que han encontrado a Jesucristo, recorre casi tres mil kilómetros. En más de 30 poblados a orillas del río Arari, los creyentes esperan, anhelantes, la llegada del sacerdote y los jóvenes evangelizadores.
Durante mucho tiempo han soñado con ver a un sacerdote, celebrar la Santa Misa y recibir los sacramentos al menos una vez al año. Ahora, el padre Peter los visita anualmente. El joven sacerdote nos cuenta: "Cuando llego al año siguiente, me entero de la muerte de muchos creyentes a los que administré los sacramentos. Algunos mueren literalmente al día siguiente, como si hubieran esperado a recibir los sacramentos para morir".
Los jóvenes misioneros que acompañan a este sacerdote también son muy activos y ayudan todo lo posible al padre Peter: imparten la catequesis a niños, jóvenes y adultos, se encargan de los preparativos de la Santa Misa y registran bodas y bautizos.
Además, su presencia hace que los habitantes de la selva, que viven prácticamente aislados del mundo exterior, sientan que no están abandonados ni han sido olvidados. De esta forma, los jóvenes del infierno de las favelas se convierten en un signo de esperanza para otros.
La vocación del padre Peter Shekelton se despertó en 1991, al escuchar al padre Werenfried, fundador de Ayuda a la Iglesia Necesitada, predicar en Londres, en la catedral de Westminster llena a rebosar. Era una de aquellas homilías encendidas en las que el padre Werenfried exhortaba a los creyentes a convertirse en héroes de la caridad y a superarse a sí mismos.
Como siempre, ese día también se hizo una colecta, pero el padre Werenfried exclamó: "¡Estaría dispuesto a entregar toda la colecta si un solo joven entre vosotros quisiera poner su vida al servicio del Señor, para anunciar, como sacerdote, el Reino de Dios!".
A Peter le vino la idea de forma espontánea: "¡Ese joven soy yo!". Ahora ha escrito a Ayuda a la Iglesia Necesitada: "Entonces no me atreví a pedirle al padre Werenfried que me entregara la colecta, pero hoy os pido una pequeña cantidad de la colecta de aquel día".
Por desgracia, el padre Peter también se entera en cada visita de la muerte de muchos niños que bautizó un año atrás. La asistencia médica en la selva es miserable, y la gente vive en la más absoluta pobreza. A sus poblados sólo se puede acceder por el río, y nadie les ayuda. O casi nadie... Y es que, entretanto, cada vez más iglesias protestantes intentan captar a estos creyentes.
"La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos" (Mt 9, 37): ésta es la verdad de la Iglesia Católica en la Amazonia, donde se necesitarían a cientos de sacerdotes como el padre Peter. Pero también es cierto que la semilla de su labor fructifica, pues en los ocho años que lleva trabajando en Brasil, ha acompañado a 20 jóvenes que en estos momentos se están formando como sacerdotes.