(CNA/InfoCatólica) Alexander Görlach, del Carnegie Council for Ethics in International Affairs, dijo que el Presidente Recep Tayyip Erdogan necesita una distracción debido a sus fracasos, y los cristianos pueden proporcionar justamente eso.
«Mientras el mundo está ocupado luchando contra la pandemia de COVID-19, lidiando con el desempleo masivo y la recesión mundial, el gobierno turco está aprovechando la situación para presionar aún más a las minorías», dijo Görlach en un artículo de opinión publicado en Deutsche Welle.
Su evaluación de la difícil situación de los cristianos turcos, una de las poblaciones de cristianos más antiguas del mundo, viene después de años de acoso sistemático contra las minorías. Las mismas constituyen el 0,2% de la población turca, según el informe de la Comisión de Estados Unidos para la Libertad Religiosa Internacional (USCIRF) de 2020 sobre Turquía. La gran mayoría de la población, incluyendo a Erdogan, son musulmanes suníes.
Aunque la constitución turca «garantiza la libertad de conciencia, creencia religiosa y convicción» y designa al país como un «estado secular», según la USCIRF la administración de Erdogan utiliza una retórica nacionalista islámica para discriminar a las minorías.
Contrariamente a la afirmación de Turquía de que es un estado laico, el gobierno ha creado una Dirección de Asuntos Religiosos, que supervisa las prácticas musulmanas en el país, y una Dirección General de Fundaciones, que gestiona las actividades de los grupos religiosos minoritarios.
Precipitando la inclusión de Turquía por la USCIRF en la «Lista de Vigilancia Especial» por delitos contra la libertad religiosa, el gobierno turco prohibió que se celebraran las elecciones de responsables de grupos no musulmanes, dejando a algunos de dichos grupos religiosos sin líderes.
Uno de ellos, la Iglesia Apostólica Armenia, se quedó sin su Patriarca de Constantinopla durante 11 años mientras el gobierno bloqueaba sus elecciones.
Las instituciones internacionales que defiende la libertad religiosa también se alarmaron cuando agentes de seguridad arrestaron al P. Sefer Bileçen, un sacerdote sirio ortodoxo, bajo cargos de terrorismo después de que dio pan y agua a los miembros de un grupo separatista kurdo ilegal el pasado mes enero. Aunque el sacerdote dijo que sentía que era su deber cristiano ayudar a los que se acercan a la puerta del monasterio, se enfrenta a cargos por «ayudar e instigar» a los terroristas, y a siete años y medio de prisión.
Además, el gobierno turco se ha apropiado de muchas tierras de cristianos después de que éstos huyeran durante la reciente ofensiva militar turca en Siria. A su regreso, se encuentran con que no tienen ningún lugar donde asentarse.
Görlach explica la amenaza que el gobierno turco supone para los cristianos:
«Paso a paso, usando una retórica nacionalista e islámica, los cristianos de Turquía se están convirtiendo en un útil chivo expiatorio para Ankara. Erdogan ha calculado mal su proceder en varios frentes en Siria y Libia, y ahora busca a alguien que sirva de distracción».