(Asia News/InfoCatólica) La ceremonia fue presidida por el obispo de Xiamen, Mons. Giuseppe Cai Bingrui, jefe de la asociación patriótica provincial, fiel a la dictadura comunista. En la gran iglesia de Fanchuanpu, dedicada al Santo Rosario en Fuzhou, se dieron cita un total de 80 personas y en la ceremonia participaron 50 sacerdotes. Oficialmente, debido a la pandemia no fue posible acomodar a muchos fieles. Pero algunos fieles y sacerdotes sugieren que esto sucedió para evitar conflictos y tensiones. Al menos otros 50 presbíteros prefirieron no participar en el acto
Monseñor Lin siempre había sido parte de la Iglesia no oficial, y en la década de 1980 fue condenado a 10 años de trabajos forzados. Durante varios años - según algunos fieles desde principios de 2000 - intentó formalizar su situación con el gobierno, pero fue frenado por la mayoría de sus sacerdotes. La archidiócesis, quizás la más rica y numerosa de China, tiene unos trescientos mil fieles, 120 sacerdotes, más de 500 monjas.
El reconocimiento gubernamental de Mons. Lin Jiashan podrá facilitar las relaciones entre la Iglesia y el Estado, pero corre el riesgo de profundizar la herida entre las comunidades oficiales y clandestinas. En el pasado reciente, la comunidad de sacerdotes se dividió en dos grupos, uno de unos 20 sacerdotes, que apoyaba a Mons. Lin Jiashan; otro de unos 60 sacerdotes, que quería al P. Lin Yuntuan.
Para tratar de salvar la unidad de la diócesis, en 2007 el Vaticano cesó a Mons. Lin y nombró un administrador apostólico, el P. Vincenzo Huang de Mindong, que murió en 2016. Ese año, presionando fuertemente a la Santa Sede, Mons. Lin trató de hacerse reconocer por el Papa como Arzobispo de Fuzhou.
Según algunos observadores, la Santa Sede, en el deseo de suavizar las relaciones con China, después del Acuerdo firmado el año pasado, ha aceptado ahora reconocer a Mons. Lin Jiashan como arzobispo Fuzhou.
El pasado mes de junio, el prelado publicó una carta a los fieles instando a los sacerdotes y a los fieles «a estar unidos en espíritu en el camino de la reconciliación, la tolerancia y la aceptación mutua y la unidad en Cristo, evitando sospechas, ataques y divisiones»
En la misiva, el arzobispo afirma que «un pequeño número de sacerdotes que no han firmado el registro del gobierno, también son [considerados] sacerdotes de esta diócesis»
Con la nueva ley sobre las actividades religiosas, la dictadura exige que cada sacerdote se una a la «Iglesia independiente» -o sea, la "patriótica"-, ame al país, y se someta a la política del Partido Comunista. Después del acuerdo entre China y el Vaticano, la presión sobre los sacerdotes que no quieren firmar su adhexión al régimen ha crecido aún más.
Varios sacerdotes que no firmaron la adhesión a la Iglesia independiente acusan al arzobispo de haberlos «traicionado»: en primer lugar porque no firmantes no son «un número pequeño»; en segundo lugar, porque el gobierno está persiguiendo a estos sacerdotes y no les permite realizar ninguna función.