(InfoCatólica) Según Mons. Argüello, «La pandemia COVID-19, con sus consecuencias sanitarias y el confinamiento exigido para evitar su expansión, ha suscitado un reconocimiento unánime del valor del trabajo».
A su vez, indica que el confinamiento provocado por dicha pandemia «paraliza la vida social y económica y acelera muchos procesos ya en marcha: teletrabajo, control de la población, renta básica, transición hacia el modelo económico, social y cultural propiciado por la revolución tecnológica, con un protagonismo grande de la biopolítica: ecología, hombre exponencial e inteligencia artificial, salud y trashumanismo».
El prelado constata que «el debate sobre la renta a ofrecer para paliar la crisis del Estado del Bienestar y las consecuencias de la 4ª revolución industrial es sin duda importante». Y añade:
«Es un ámbito donde caben propuestas de capitalismo ortodoxo, populismos, ONGs y todos los altavoces de lo políticamente correcto. Hay liberales y socialdemócratas, China y Estados Unidos, espiritualistas y secularistas. Resulta cada vez más difícil utilizar los esquemas decimonónicos de izquierdas y derechas».
Tras recordar que «la llamada renta básica ha sido propuesta en los últimos años por economistas de casi todo el espectro ideológico, ya como Renta de Garantía de Ingresos (RGI), llamada por otros Ingreso Mínimo Vital (IMV), o como Renta Básica Universal (RBU)» y reconocer que «son asuntos en los que no entro, pues no son de mi competencia», el obispo ofrece algunas reflexiones:
«La primera es poner siempre delante a los empobrecidos a consecuencia de situaciones personales, familiares o de la injusta situación económica. Su sola existencia reclama cercanía y propuestas. Ahí se sitúa el IMV, que quizá sea siempre necesario, pues pobres siempre caminan a nuestro lado».
Pero advierte:
«Si las llamadas rentas básicas, ya RGI o RBU, no promocionan el trabajo, el riesgo de que el capital que las genera, estatal o privado, explote a muchos y arranque el protagonismo histórico a la mayoría es muy grande. Generar dependencias es un instrumento habitual de dominadores. Todo bien y servicio es hijo del trabajo, no de la renta».
Mons. Argüello cree que «la clave está en generar, con un respeto grande a la realidad, una economía que promocione, para lo cual, quizá sea necesario –en tiempo de pandemia sin duda– un ingreso vital abierto a la promoción y al trabajo digno. Pero no se puede hablar de rentas mínimas sin plantearnos la justificación de las rentas máximas»
El secretario general de la Conferencia Episcopal Española propone un nuevo pacto social:
«En el Día del Trabajo 2020 es conveniente proponer un nuevo pacto social que convoque al mercado, al Estado y a la gratuidad de la sociedad civil; pero no basta, conviene repensar el valor del trabajo, el sentido del progreso, el papel de la familia y los estilos de vida en un programa de gobierno para el bien común. Pero no será posible liberarse de las ataduras del gnosticismo tecnocrático y del pelagianismo moralista, falsamente compasivo, sin una fuerte espiritualidad».
1º de mayo, renta básica y Doctrina Social de la Iglesia (artículo completo)