(CNS/InfoCatólica) El Viernes Santo, 10 de abril de 2020, el Arzobispo Gómez, presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos, invitó a los católicos estadounidenses a unirse a él para rezar la Letanía del Sagrado Corazón. Dirigió este Jornada de Oración Nacional para buscar curación y protección durante el tiempo del coronavirus. El servicio se transmitió en vivo desde la Catedral de Nuestra Señora de los Ángeles en Los Ángeles.
El prelado relacionó los sufrimientos y pérdidas de la pandemia con el dolor sufrido por Jesucristo en la Cruz, que cuestionó profundamente a los discípulos. «Hoy también le preguntamos a Dios: ¿Por qué este coronavirus? ¿Por qué has permitido que esta enfermedad y muerte desciendan en nuestro mundo?», predicó Mons. Gómez. «Sabemos que Jesús en la cruz es la única respuesta. En el corazón de Cristo, herido por la lanza del soldado, traspasado por nuestros pecados, vemos cuánto Dios ama al mundo. Vemos lo preciosos que somos a los ojos de nuestro Padre».
Transmitida en vivo a través de una plataforma web de la Arquidiócesis de Los Ángeles (LACatholics.org) y la cuenta oficial de Facebook de la USCCB, el acto de oración incluyó lecturas de la Sagrada Escritura, una homilía, y la Letanía del Sagrado Corazón de Jesús. «Jesús nos está llamando a confiar en su Sagrado Corazón», exhortó el Arzobispo. «Oremos a menudo al Sagrado Corazón de Jesús: '¡Jesús, confío en ti! Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío.»
Mons. Gómez instó a los creyentes a confiarse en la providencia de Dios, seguros de que existe un «plan de bondad y misericordia para cada nación y para cada corazón». De una manera similar a como la Pasión de Cristo fue transformado por Dios en la Pascua de Resurrección, «sabemos que nos librará de este mal del coronavirus. La cruz nos muestra que su amor por nosotros es más fuerte que la muerte».
El prelado invitó a fomentar un espíritu de caridad, servicio y sacrificio propio y a demostrar durante la emergencia «que somos una familia, un cuerpo unido en la sangre y el agua que fluye del corazón de Cristo, unidos en una hermosa y sobrenatural solidaridad de compasión». También confió a la Santísima Virgen las penas del mundo, en momentos en que se recordaban sus dolores por la Pasión de su Hijo. «Que ella nos ayude a ser mansos y humildes de corazón, y a perseverar en este Viernes Santo de enfermedad y muerte, para acelerar la mañana de Pascua de la Resurrección».