(EP/InfoCatólica) "Es el modus operandi de miembros escindidos del Frente Moro Islámico de Liberación (FMIL)", afirmó Ponce en declaraciones a los medios de comunicación. "Los rebeldes están cada vez más desesperados y ya no eligen a sus objetivos. Ahora atacan incluso los lugares de oración", indicó.
Una vendedora de cerdo asado murió en el acto, mientras que otras cuatro personas, entre ellas un militar y un niño de tres años, murieron tras ser trasladados a un hospital cercano. Entre los heridos hay otros cinco militares, explicó Ponce.
Testigos presenciales aseguraron que el obispo acababa de dar terminar de leer el Evangelio y se disponía a iniciar su homilía cuando ocurrió la explosión. "Fue una potente explosión, como si la catedral fuera a derrumbarse", indicó una feligresa, Merly Sandoval, en declaraciones a una radio local.
"Fue como un trueno potente y aterrador. La gente se apiñó en el altar mientras fuera todo el mundo gritaba y había sangre en el suelo", dijo.
Ponce indicó que la bomba era un mecanismo muy simple, compuesto de un proyectil de mortero y activado a distancia con un teléfono móvil.
El FMIL, por su parte, ha desmentido cualquier implicación en el incidente a través de un alto responsable del grupo, Mohaqher Iqbal. "¿Quién busca un conflicto entre cristianos y musulmanes?", afirmó Iqbal en declaraciones telefónicas a Reuters a través de un mensaje de texto.
"No hay ningún conflicto religioso en el sur. Combatimos por el derecho a la autodeterminación. Sólo defendemos a nuestra gente, nuestras comunidades", dijo.
Sin embargo, grupos escindidos del FMIL han estado atacando al Ejército desde el pasado mes de agosto, cuando se puso fin a los contactos entre el Gobierno y el FMIL para incrementar las competencias de la región autónoma de mayoría musulmana de Mindanao. Desde entonces han muerto casi 600 personas, civiles en su mayor parte.
Condena del Papa
Durante el Ángelus de este domingo Benedicto XVI ha deplorado el atentado. “Mientras rezo a Dios por las víctimas de este innoble gesto -ha dicho el Papa- elevo mi voz para condenar una vez más el uso de la violencia, que no constituye nunca una vía digna para la solución de los problemas existentes”.