(Juan Vicente Boo/ABC) Benedicto XVI invitó a “contemplar a Pablo. ¿Por qué lo representa con un rostro tan anciano? Sabemos, y lo sabía bien Miguel Ángel, que la llamada de Saulo en el camino de Damasco tuvo lugar cuando tenía unos treinta años”. El motivo, según el Papa, “es que el artista nos introduce en un nivel más profundo. El rostro de Saulo-Pablo, que es el del mismo artista ya anciano, inquieto y en busca de la luz de la verdad, representa al ser humano, necesitado de una luz superior, la luz de la gracia divina, indispensable para adquirir una visión nueva”.
Aunque el “hombre del turbante azul”, un personaje secundario, recuerda a Michelangelo Buonarroti, lo espectacular de los dos grandes frescos a ambos lados de la Capilla Paulina, es que se centran en los rostros de los dos Apóstoles. Pedro es un desconocido, pero Pablo es claramente Miguel Ángel anciano, con los ojos cerrados y un gesto de dolor como tantos que sufrió por los problemas para completar la Capilla Paulina.
Su última empresa como pintor duró nueve años, pues era ya anciano y trabajaba al mismo tiempo en otros encargos, incluido el de la cúpula de San Pedro. Para colmo, el techo de la capilla se desplomó, y el retraso en arreglarlo hizo que las lluvias echaran por tierra parte de su esfuerzo inicial. El rostro de San Pablo refleja el dolor de Miguel Ángel.