(ACI/InfoCatólica) Pese a ello, precisa el Pontífice, “el sembrador no se desalienta, porque sabe que una parte de esta semilla está destinada a encontrar el ‘terreno bueno’, es decir corazones ardorosos y capaces de acoger la Palabra con disponibilidad, para hacerla madurar en la perseverancia y donar nuevamente con generosidad ese fruto en beneficio de muchos”.
Benedicto XVI animó a llevar a cabo esta tarea entre los jóvenes que con frecuencia tienen un corazón “confundido y desorientado, y sin embargo capaz de contener en sí impensadas energías de donación, listo a abrirse por una vida plena de amor a Jesús, capaz de seguirlo con la totalidad y la certeza que viene de haber encontrado el más grande de los tesoros de la existencia”.
Tras asegurar que el sacerdote y el animador deben ser “un grano de trigo” que renuncia a sí mismo “para hacer la voluntad del Padre”, el Papa animó a los presentes y a sus colaboradores; a ser “sembradores de fe y esperanza” en medio del “profundo sentido de extravío que con frecuencia vive la juventud de hoy. No por nada las palabras humanas carecen de futuro y perspectiva, carecen de sentido y sabiduría. Se difunde una actitud de impaciencia frenética y una incapacidad de vivir el tiempo de la espera”.
Y ante esta situación, precisa el Santo Padre, “ésta puede ser la hora de Dios: su llamada, mediante la fuerza y la eficacia de la Palabra, genera un camino de esperanza hacia la plenitud de la vida. La Palabra de Dios puede convertirse realmente en luz y fuerza, fuente de esperanza, puede trazar un camino que pasa a través de Jesús, ‘camino y puerta’; a través de su Cruz, que es plenitud de amor”.
Tras poner de ejemplo de esta actitud vital de esperanza y de luz a San Pablo, cuyo Año Paulino acaba de concluir, Benedicto XVI propuso nuevamente al santo Cura de Ars como ejemplo para este Año Sacerdotal, que ofrece una “bella oportunidad para reencontrar el sentido profundo de la pastoral vocacional, así como sus opciones fundamentales en el método: el testimonio, simple y creíble, la comunión, con itinerarios concertados y compartidos en la Iglesia particular, la cotidianidad, que educa a seguir al Señor en la vida de todos los días, la escucha, guiada por el Espíritu Santo, para orientar a los jóvenes en la búsqueda de Dios y de la verdadera felicidad, y finalmente la verdad, que solo puede generar libertad interior”.
Seguidamente el Papa hizo votos para que “la Palabra de Dios se convierta en cada uno de vosotros en fuente de bendición, consuelo y fe renovada, para que estén en capacidad de ayudar a muchos a ‘ver’ y ‘tocar’ a aquel Jesús que habéis acogido como Maestro”.
“Que la Palabra del Señor permanezca siempre en vosotros, renueve vuestros corazones a luz, la paz que solo Dios puede dar, y os haga capaces de testimoniar y anunciar el Evangelio, fuente de comunión y amor. Con este augurio, os confío a la intercesión de María Santísima y os imparto de corazón a todos vosotros la Bendición Apostólica”, concluyó.