(ACI/InfoCatólica) “La legitimación ética de los compromisos políticos del G-8 exige que se confronten con el pensamiento y las necesidades de toda la Comunidad Internacional”, precisa el Papa, al tiempo que resalta “la importancia de reforzar el multilateralismo, no sólo en el ámbito económico, sino en todo lo relacionado con la paz, la seguridad mundial, el desarme, la salud, la salvaguardia del ambiente y de los recursos naturales para las generaciones futuras”.
El Pontífice alienta además a que se escuche la voz de África y que también se busquen formas eficaces para enlazar las decisiones de las distintas agrupaciones de países, incluido el G8, a la Asamblea de las Naciones Unidas, “donde cada nación, cualquiera que sea su peso político y económico, puede legítimamente expresarse en una situación de igualdad con las demás”.
Al destacar que la cumbre se realizará en la zona golpeada por el terremoto hace poco tiempo, L’Aquila, el Papa asegura que toda la ayuda recibida por esta región constituye “una movilización solidaria que puede constituir una invitación a los miembros del G8 y para los gobiernos y pueblos del mundo para afrontar unidos los actuales retos que sitúan improrrogablemente a la humanidad frente a elecciones decisivas para el destino mismo del hombre, íntimamente unido al de la Creación”.
Tras resaltar que “la medida de la eficacia técnica de los procedimientos que hay que adoptar para salir de la crisis coincide precisamente con la medida de su valencia ética”, Benedicto XVI se refiere a la efectiva creación de empleo para todos, de trabajos que consientan a las familias vivir de forma digna, dar cabida a la responsabilidad que tienen de educar a sus hijos y ser protagonistas en las comunidades de las que forman parte.
“El tema del acceso a la educación está íntimamente relacionado con la eficacia de la cooperación internacional”, prosigue; y explica que “la educación es una condición indispensable para el funcionamiento de la democracia, para la lucha contra la corrupción, para el ejercicio de los derechos políticos, económicos y sociales y para la normalización efectiva de todos los estados, pobres y ricos”. En este sentido Benedicto XVI ha recordado la labor educativa que desarrolla la Iglesia Católica y otras confesiones religiosas en las regiones más pobres y abandonadas del planeta.
En su extensa carta el Papa hace un llamado a los países del G8 y demás representantes de los gobiernos del mundo para que la ayuda al desarrollo se centre sobre todo en los recursos humanos, que se mantengan y se potencien no sólo a pesar de la crisis, sino precisamente porque son la solución a la misma. “Sólo invirtiendo en el ser humano –resalta– se podrá conseguir alejar de forma eficaz las preocupantes perspectivas de recesión mundial. Este es el camino para conseguir que la economía mundial salga adelante en beneficio de los habitantes de cada país”.
El Santo Padre denuncia además la amenaza de la cancelación o de la drástica reducción de los planes de ayuda internacional a África y los demás países económicamente menos desarrollados. Un tema que ha permitido al Papa recordar con afecto los numerosos llamamientos de Juan Pablo II para la condonación de la deuda externa.
De hecho, dice Benedicto XVI, Juan Pablo II “estaba convencido de que la liberación del pesado fardo de la deuda externa de los países más pobres y la erradicación de las causas de la pobreza extrema en el mundo dependían de la plena asunción de las responsabilidades solidarias con la humanidad que tiene los gobiernos y los estados económicamente más avanzados”.
Finalmente y tras recordar que uno de los llamados objetivos del milenio era erradicar la pobreza extrema en el mundo para el año 2015; el Pontífice explica que la crisis financiera y económica que afecta a todo el mundo desde principios de 2008 ha mutado el panorama, “y ahora no sólo se ha apagado la esperanza de erradicar la pobreza extrema, sino que incluso existe la posibilidad de que caigan en la miseria poblaciones que hasta ahora gozaban de un mínimo bienestar material”.