(Asia News/InfoCatóica) El sínodo de la iglesia ortodoxa rusa ha manifestado sus «condolencias a los familiares y cónyuges de las víctimas del coronavirus en China, Corea del Sur, Irán, Italia, Francia, Alemania, España y los demás Estados».
Tras bendecir la obra de médicos y voluntarios, el Sínodo recuerda que «durante las epidemias, la Iglesia Ortodoxa rusa siempre ha cumplido con su ministerio del testimonio, sin denegar a nadie la asistencia espiritual y la plena participación en los sacramentos». En este sentido, se invita a mantener la moderación y el sentido común, conservando la «tranquilidad en la oración, sin ceder al pánico y a los temores por la propagación de la pandemia».
Se recomienda «ser coherentes e inflexibles en el cumplimiento de las medidas de prevención higiénico-sanitaria, adoptadas en parroquias y monasterios, sobre todo en las regiones donde se reconoce oficialmente que las condiciones epidemiológicas son críticas. Deben usarse soluciones para desinfectar los iconos expuestos a la veneración, que son besados por los fieles cuando se inclinan ante ellos; así mismo, deben utilizarse vasos descartables y de un solo uso para las bebidas de uso devocional». En los ritos ortodoxos, además de la comunión eucarística, suele beberse agua y vino benditos, como participación devota en la liturgia comunitaria.
En este sentido, el rito de la comunión eucarística da lugar a interrogantes similares, ampliamente cuestionados en los últimos días, y sobre los que el Sínodo ha decidido no tomar decisiones. Los fieles ortodoxos reciben la Eucaristía bajo la forma de fragmentos de pan mojados en vino, y distribuidos a los fieles con una cuchara de oro, de manos del sacerdote, directamente en la boca. Los diáconos secan el rostro de la persona que comulga utilizando manutergios de color rojo (el mismo color del vino). Quien no recibe la comunión (motivo que debiera llevarlo a confesarse durante la liturgia), es decir, la mayoría de los fieles, se limita a beber el agua y el vino benditos junto al altar. Todos estos procedimientos ahora generan temores, y cada vez hay menos fieles dispuestos a la devoción y a recibir los sacramentos.
Algunos sacerdotes, como el archimandrita Filipp (Rjabikh), representante de la Iglesia Rusa en las instituciones europeas en Estrasburgo, consideran que «si bien es terrible enfermar por este virus tan grave, más grave aún sería que por ello nos privásemos de la sagrada comunión o de la misma liturgia, el gran don de Dios». El Padre Filipp recordó las palabras de los Padres de la Iglesia, quienes afirman que «el mundo se rige por la celebración de la liturgia y la eucaristía», y equiparó el cierre de las iglesias de los últimos días con el período soviético, cuando las iglesias eran clausuradas o destruídas por el régimen.