(Luis F. Pérez/InfoCatólica) Monseñor Fellay, sin embargo, justificó su oposición a retrasar las ordenaciones hasta que se solucione la situación canónica de la FSSPX argumentando que «después del decreto sobre las excomuniones apareció una nueva situación intermedia, y por tanto necesariamente imperfecta. Así, pues, exigir de repente una perfección canónica se parece a un médico, que tras haber aplicado un yeso a una pierna rota de una persona, le pida que corra seguidamente una carrera de cien metros». El obispo mostró su alegría de "poder recibir estos sacerdotes, sobre todo cuando se mira la necesidad en la que se encuentra la Iglesia; cuando se piensa que nosotros, pequeña Fraternidad, casi llegamos a treinta sacerdotes este año, mientras que países que antes eran católicos, como Francia o Alemania, no llegan a cien".
El superior de la FSSPX declaró estar sorprendido "por el alboroto generado por estas ordenaciones, mientras se ve a tantas almas sufrir, morir de hambre espiritual por no tener sacerdotes que les comuniquen la fe y la gracia que necesitan para vivir y salvarse" y en relación a las mismas, añadió que la Fraternidad estima "ante Dios, siguiendo a Monseñor Lefebvre, estos actos están perfectamente justificados por la situación en la que se encuentra la Iglesia. También se justifican por las injusticias que hubo al inicio de esta situación, como la supresión injusta de la Fraternidad, la cual seguimos considerando como existente".
Una vez dada su opinión sobre la polémica por las ordenaciones, monseñor Fellay predicó sobre el evangelio del día y señaló que "es bastante extraordinario ver cómo Nuestro Señor quiso ligar la institución del Vicario de Cristo, piedra sobre la que está fundada la Iglesia de Cristo, a la profesión de la fe en la divinidad de Nuestro Señor. Nuestro Señor instituye el Papado inmediatamente después de la primera confesión de Pedro: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”. Es verdad que de la divinidad de Nuestro Señor deriva todo lo que sigue en la Iglesia, para la Iglesia: el Papa, los obispos y los sacerdotes. Todo deriva de la divinidad de Nuestro Señor".
Respecto a la Iglesia aseguró que "la diferencia esencial que vemos entre la Iglesia católica y las otras religiones se encuentra en su fundador, que es Dios, que no sólo nos permite sino que nos obliga a declarar esta esencia divina de la Iglesia. Es verdad, ella tiene un elemento material humano, está formada por hombres, pero esencialmente es divina, por su fundador, por su fin, por sus medios que vienen de Dios y conducen a Dios, que son los únicos que pueden efectivamente llevar a Dios y al cielo".
"La misión de Nuestro Señor", explicó monseñor Fellay a los fieles, "es salvar. Salvar porque los hombres no pueden salvarse. Despojados de todo, caídos, ya no pueden reparar los puentes rotos con el cielo. El único “pontifex”, el único que va a reparar este puente, es Nuestro Señor, `único nombre dado bajo el cielo que nos puede salvar´, como dice San Pedro, el primer Papa, a sus compatriotas, en el comienzo mismo de la Iglesia. Nuestro Señor resucitó, probando así su divinidad, por si fuera necesario. No es una imaginación de los hombres, no es una proyección de la piedad de ellos, es una realidad objetiva. Es Dios, verdadero Dios. Y sube al cielo"
A continuación, el obispo explicó la relación entre la voluntad salvífica de Dios y el papel de la Iglesia: "Por una disposición, quisiéramos decir, por una audacia inefable, Dios se va a atrever a encomendar su misión salvífica a sus criaturas. Nuestro Señor quiso asociar la Iglesia a la misión que sólo Él puede realizar. Quiso asociar la Iglesia, su Iglesia, y en esta Iglesia, particular y principalmente al sacerdote". "No es una simple delegación de poder", añadió. "Nuestro Señor envía a sus Apóstoles diciéndoles: `Todo poder me ha sido dado sobre el cielo y la tierra. Id. Los envío, a todas las naciones. Los que creyeren y fueren bautizados serán salvados. Los que no creyeren se condenarán”´ Se podría ver en eso una delegación de poder, pero es mucho más. Porque, ya lo hemos dicho, en el Nuevo Testamento existe un único Sacerdote: Nuestro Señor. Los sacerdotes que Él elige para sí son realmente sacerdotes por una participación formal en su propio sacerdocio.
Dirigiéndose a los que eran ordenados, les dijo que "el carácter que va a ser impreso en ustedes por esta ordenación sacerdotal de hoy —que les hace sacerdotes para siempre, con este sello indisoluble, que marca su alma, que la transforma para la eternidad—, es una participación en la unión hipostática, es decir, a lo que hace Sacerdote a Nuestro Señor, y que los convierte en sus instrumentos privilegiados. Cada vez que ustedes realicen un acto sacerdotal, lo harán como instrumento. El efecto operado no puede venir sino de Dios. Infundir la gracia en un alma —gracia que es una participación de la naturaleza divina, de la vida divina—, no puede ser hecho sino por Dios. Nuestro Señor lo quiere hacer a través de sus ministros, que son sus instrumentos, unidos a Él de una manera que supera todo lo que se puede observar en las criaturas. No existe otro ejemplo al que se pueda comparar."
Tras hablar de la Eucaristía y del dogma de la transubstanciación, monseñor Fellay aseguró a los nuevos sacerdotes que "la obsesión del sacerdote debe ser salvar las almas. Nada puede anteponerse, ya que es la obsesión de Nuestro Señor: Arder de prender el fuego de la caridad en las almas; arder de sacar a las almas de su miseria para llevarlas a Dios. Sí. Quien lleva las almas a la misericordia y la esperanza de Dios es el sacerdote" y les advirtió de que "si aguardan tener una vida sacerdotal tranquila, en un sillón, sin pena ni lágrimas, entonces, les suplico, no se acerquen. No es el programa que presenta la Iglesia a sus sacerdotes. No es el programa de Nuestro Señor Jesucristo. `Si alguno quiere ser mi discípulo, renúnciese a sí mismo, lleve su cruz todos los días y sígame´. ¿A dónde fue Nuestro Señor? A la cruz, a ser clavado sobre la cruz. Es hermoso hablar de la resurrección, pero no habría resurrección sin antes Cruz y pasión. La resurrección será para el cielo. Aquí abajo el sacerdote es a la vez sacerdote y víctima. Es lo único seguro en esta vida. Si están unidos al sacerdocio de Nuestro Señor, también están unidos a la hostia, a su sacrificio. Hoy en día el mundo se muere, la Iglesia está en esta crisis por no querer escuchar hablar de eso. Es como si se hubiera eliminado la cruz. Para la Iglesia, el único medio de salir adelante es abrazar de nuevo la cruz, exigir a sus ministros que abracen la cruz, que vivan del espíritu de Jesús. Este es el programa. Querer buscar otro camino es equivocarse".
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