(AsiaNews) La historia de la Iglesia iraquí «es una historia escrita con sangre», «desde la antigüedad» encuentra su camino «en la propia cruz» y los mártires «sin distinción entre ellos» son para todos nosotros «el ejemplo a seguir». Esto es lo que el Primado caldeo, el cardenal Louis Raphael Sako, escribe en una reflexión publicada en el sitio del Patriarcado y enviada para información a AsiaNews, en el aniversario del secuestro -concluido con la muerte- del entonces obispo de Mosul, mons. Paul Faraj Rahho. Destacando el tributo de sangre derramada por los cristianos, el cardenal nos insta a «aprender del pasado a respetarnos unos a otros» y a «vivir en paz».
La sangre de los mártires, card. Sako, «es una nueva savia» para el «crecimiento de nuestras comunidades cristianas». En el Sínodo caldeo de 2015, añade, los padres «decidieron celebrar la memoria de todos nuestros mártires el viernes después de Pascua. La Iglesia iraquí es rica en ejemplos de extrema dedicación y sacrificio: ̏Tenemos mártires -subraya el Patriarca- tras la caída del régimen en 2003, [...] a manos de extremistas islámicos de Al-Qaeda˝ y luego otra vez los ̏mártires de Isis˝. (Estado islámico)».
Diáconos, sacerdotes, obispos y simples fieles, muchos han sacrificado sus vidas para dar testimonio de la fe, en un contexto caracterizado por numerosos sufrimientos: «bombardeos, amenazas, secuestros, desplazamientos y emigración». El obispo Rahho, secuestrado el 29 de febrero de 2008, es recordado como un «hombre modesto y sencillo» que amaba la ironía y su ciudad. Un vínculo que lo llevó a quedarse a pesar de las amenazas y el bombardeo del distrito caldeo de Shifa en 2004.
En 2007, un año antes de su muerte, la comunidad caldea había llorado el martirio del p. Ragheed Ganni, asesinado con 3 fieles. Durante los días del secuestro, el entonces pontífice había lanzado llamamientos a los secuestradores; su muerte (el cuerpo fue encontrado el 12 de marzo) fue un ejemplo de fe y una fuente de vocaciones para los cristianos iraquíes.
«El testimonio -escribe el Primado caldeo- es una ofrenda de sangre [...] y es la expresión suprema de nuestra fe». El cardenal recuerda algunas figuras que han testimoniado con su vida su pertenencia a Cristo, desde la primera Iglesia en la época del Sapore II el Persa con una «caravana de mártires», desde el patriarca Mar Shimon Borsbaei hasta las víctimas que cayeron bajo los golpes de los combatientes musulmanes en conjunción con la afirmación del islam en la región. «En aquel entonces», recuerda, «éramos la mayoría abrumadora en este país».
Y de nuevo, la persecución bajo los Califas de Abbasidi «a pesar de algunos intentos» de coexistencia tímida. Los mártires bajo el dominio de los mongoles, luego el Imperio Otomano con «el exterminio de los cristianos armenios, caldeos y sirios». «El mártir -concluye el cardenal Sako- no es un terrorista suicida, sino un creyente que ama la vida y el servicio. Por eso, como recitamos en los himnos de los mártires la noche del 25, ̏no negamos a Cristo, que murió por nuestra salvación˝».