(Zenit/CEE) “La vida en las carreteras y caminos tiene su propio color: el color de la comunicación, de la belleza del paisaje, de la llegada a la meta y del encuentro, el color de la seguridad y de la vida”, afirman.
Pero presentan en contraste las “escalofriantes las cifras de víctimas mortales y no mortales de los accidentes de tráfico”.
En el año 2008, hubo en el mundo 1,2 millones de muertos y 50 millones de heridos debidos a accidentes de tráfico.
“Esta cifra es inaceptablemente alta --denuncian los obispos--. La sufren, sobre todo, en un 80-90%, los países de bajos y medios ingresos".
"Se prevé que la tendencia continúe ascendente en el número de accidentes de tráfico en esos países, con muertes asociadas a accidentes de tráfico, a menos que se tomen medidas efectivas para evitarlo”, afirman.
En el 2015, advierten los obispos, “los accidentes de tráfico podrían convertirse en la principal causa de discapacidad entre niños y jóvenes de todo el mundo”.
De los 1,2 millones de personas que anualmente pierden la vida en accidentes de tráfico, casi la tercera parte son jóvenes menores de 25 años.
En España, se ha producido un notable descenso (49,2%) en el número de víctimas mortales en accidentes de tráfico: de 4.295 muertes en el año 2000 se ha pasado a 2.181 en el año 2008.
“Ciertamente es una reducción significativa --reconocen los obispos--. Pero no es para estar totalmente satisfechos; es mucho el trabajo que aún queda por hacer”.
Muchos de estos accidentes se producen en los llamados ‘puntos negros’, aquellos puntos pertenecientes a la red vial española en los que se han detectado tres o más accidentes con víctimas durante un año.
Las cifras, comentan los obispos, “hablan por sí mismas e invitan a un uso responsable del vehículo en la carretera, en general, pero especialmente en esos puntos donde existen más probabilidades de que se produzca un accidente”.
Junto a estos puntos negros, los obispos advierten de que existen otros riesgos, “como el uso mientras se conduce del teléfono móvil, el alcohol, el exceso de velocidad, la irresponsabilidad en el mantenimiento y puesta a punto del vehículo, el consumo de estupefacientes, etcétera”.
“La ‘tolerancia cero’ es obligada en todos estos casos”, afirman.
Invitan a no olvidar que, “tanto si hay muertos como si hay heridos graves, estos accidentes suelen cambiar la vida tanto de los propios accidentados como de sus familias”.
“El cristiano conocedor del valor que Dios concede a toda vida humana, debe poner todos los medios a su alcance para contribuir en este noble empeño de hacer de la seguridad vial un objetivo prioritario”, indican.
Además, añaden, debe comprender que viajar, “no sólo representa un desplazamiento físico de un lugar a otro", sino que contiene una dimensión espiritual.
"El viaje relaciona a las personas, contribuyendo a la realización del designio de amor de Dios”, explican, citando las Orientaciones para la Pastoral de la Carretera del Consejo Pontificio correspondiente.
Los obispos ofrecen una serie de situaciones en las que “damos color a la vida”.
“Cuando hacemos de nuestras calles, caminos y carreteras un magnífico escenario para hacer el bien y difundir en la sociedad el mensaje evangélico de amor tal como hizo Jesús, que recorría las ciudades y aldeas para proclamar el Evangelio y curar ‘todas las enfermedades y dolencias’ (Cf. Mt 9, 35)”.
“Cuando somos prudentes en la carretera, no pensamos sólo en nosotros mismos, no estamos siempre apremiados por la prisa en llegar, y nos fijamos en las personas que nos ‘acompañan’ por el camino, cada una con su propia vida, su deseo de llegar y sus propios problemas”.
“Cuando nos hacemos factores de comunión entre los hombres”.
“Cuando redescubrimos y ponemos en práctica las virtudes necesarias al usuario de la carretera, sobre todo la caridad, la prudencia y la justicia”.
“Cuando no actuamos sólo por temor a perder el ‘Carné por puntos’, a la sanción económica o la cárcel… sino por amor a Dios, autor de la vida, que ama y cuida en sus criaturas y por amor al prójimo”.
Los obispos concluyen el mensaje pidiendo “que Nuestra Señora del Camino y San Cristóbal nos guíen y nos acompañen en el noble empeño de dar verdadero color a la vida, respetando las normas de tráfico, cuidando al máximo la seguridad vial y haciendo presentes los valores del Evangelio en el mundo de la carretera”.