(Zenit/InfoCatolica) Reconociendo el problema de la falta de vocaciones en muchas iglesias locales, el Papa advirtió de que “la escasez numérica de ordenaciones sacerdotales en algunos países no sólo no debe desanimar, sino que debe empujar a multiplicar los espacios de silencio y de escucha de la Palabra, a cuidar mejor la dirección espiritual y el sacramento de la confesión, porque la voz de Dios, que siempre sigue llamando y confirmando, pueda ser escuchada y prontamente seguida por muchos jóvenes".
Tras el Concilio Vaticano II, aseguró el Santo Padre, “se ha producido aquí la impresión de que en la misión de los sacerdotes” fuera más urgente “construir en primer lugar una sociedad distinta” que el anuncio de la Palabra y la administración de los Sacramentos.
Por ello mismo, el Papa planteó las siguientes preguntas: “¿Quién es el presbítero, si no un hombre convertido y renovado por el Espíritu, que vive de la relación personal con Cristo, haciendo constantemente propios los criterios evangélicos?” “¿Quién es el presbítero si no un hombre de unidad y de verdad, consciente de sus propios límites y, al mismo tiempo, de la extraordinaria grandeza de la vocación recibida, la de ayudar a extender el Reino de Dios hasta los extremos confines de la tierra?”.
Al respecto, Benedicto XVI recordó el ejemplo del Cura de Ars, san Juan María Vianney, al que se ha dedicado el Años Sacerdotal en el 150 aniversario de su muerte.
De hecho, explicó que, como el Cura de Ars, cada sacerdote “puede advertir mejor la necesidad de esa progresiva identificación con Cristo que le garantiza la fecundidad y la fidelidad de su testimonio evangélico”.
Y es “de la certeza de su propia identidad”, añadió, de la que depende “el renovado entusiasmo por la misión” del sacerdote. Al mismo tiempo, en la vida del sacerdote, prosiguió Benedicto XVI, “anuncio misionero y culto son inseparables”.
“El amor por el prójimo, la atención a la justicia y a los pobres, no son solamente temas de una moral social, sino más bien expresión de una concepción sacramental de la moralidad cristiana, porque, a través del ministerio de los presbíteros, se realiza el sacrificio espiritual de todos los fieles, en unión con el de Cristo, único Mediador”.
“Frente a tantas incertidumbres y cansancios también en el ejercicio del ministerio sacerdotal, es urgente recuperar un juicio claro e inequívoco sobre el primado absoluto de la gracia divina, recordando lo que escribe santo Tomás de Aquino: El más pequeño don de la gracia supera el bien natural de todo el universo”, explicó el Papa.
Por último, Benedicto XVI pidió que en este año “se mutlipliquen en las diócesis, en las parroquias, en las comunidades religiosas (especialmente en las monásticas), en las asociaciones y los movimientos, en las diversas agregaciones pastorales presentes en todo el mundo, iniciativas de oración y, en particular, de adoración eucarística, por la santificación del clero y por las vocaciones sacerdotales”.