(Aica) El pontífice aprovechó el lema de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, para reflexionar sobre la «hospitalidad ecuménica», al desarrollar el pasaje de los Hechos de los Apóstoles que narra el naufragio de San Pablo y el recibimiento que tuvo a su llegada a Malta.
Los apóstoles, dijo Francisco, recibieron «el testimonio de la ‘rara humanidad’ de los habitantes de la isla de Malta. Estas personas, que para ellos eran «extranjeros», «aunque todavía no han recibido la Buena Nueva de Cristo», manifestaron «el amor de Dios en actos concretos de gentileza». De hecho, añadió, «la hospitalidad espontánea y los gestos atentos comunican algo del amor de Dios».
«La hospitalidad es importante», aseguró el Papa, pues significa ante todo «reconocer que los otros cristianos son verdaderamente nuestros hermanos y hermanas en Cristo». Y esto no es un acto de generosidad en un solo sentido porque «cuando acogemos a otros cristianos, los acogemos como un don que se nos hace: esto porque «el Espíritu Santo siembra sus gracias por todos lados».
«Acoger a los cristianos de otra tradición significa, en primer lugar, mostrar el amor de Dios por ellos, porque son hijos de Dios – hermanos nuestros – y también acoger lo que Dios ha realizado en sus vidas», sostuvo.
Francisco subrayó que la hospitalidad «es una importante virtud ecuménica», y requiere «la voluntad de escuchar a otros». Además implica «el deseo de conocer la experiencia que otros cristianos tienen de Dios y la espera de recibir los dones espirituales que derivan».
Descubrir esto – aseguró– es una gracia. Por eso llamó a «estar disponibles y abiertos, con el deseo de conocer su experiencia de fe, para vernos enriquecidos por ese don espiritual».
El Papa señaló que también hoy el mar en que naufragó Pablo y sus compañeros de viaje es un lugar «peligroso para la vida de otros navegantes», de hombres y mujeres de todo el mundo «que afrontan viajes riesgosos» para escapar de la violencia, de la guerra, de la pobreza, y que, a diferencia de los malteses, muchas veces «no los dejan desembarcar en los puertos», siendo, además, «explotados por traficantes criminales», «tratados como números» y vistos como «una amenaza» por algunos gobernantes.
Por esto, Francisco exhortó a «trabajar juntos», como cristianos «para mostrar a los migrantes el amor de Dios revelado por Jesucristo».
«Podemos y debemos dar testimonio de que no sólo hay hostilidad e indiferencia, sino que cada persona es preciosa para Dios y amada por Él«, agregó.
»Las divisiones que aún existen entre nosotros nos impiden ser plenamente el signo del amor de Dios», reconoció, y animó a «trabajar juntos para vivir la hospitalidad ecuménica y en modo especial hacia aquellos cuyas vidas son más vulnerables nos hará a todos, a todos los cristianos – protestantes , ortodoxos, católicos, a todos los cristianos - mejores seres humanos, mejores discípulos y un pueblo cristiano más unido».
«Nos acercará a la unidad, que es la voluntad de Dios para nosotros», aseveró.
Al finalizar la catequesis en su saludo a los fieles de lengua española, el Papa llamó a rogar al Señor «por todos cuantos sufren en el mar tempestuoso del desarraigo y el abandono», y a comprometernos a trabajar juntos, pidiendo al Señor el don de la unidad, de modo que como cristianos testimoniemos el amor premuroso de Dios por cada persona»