(Libertad Digital) «Si os cuento lo que pasa aquí me parten la cara. No puedo hablar», nos dice un señor que se marcha apresuradamente cuando le preguntamos por la situación que denuncian los vecinos de Chueca. Acusan al mediático padre Ángel de haber convertido la parroquia de San Antón en un foco de peleas, broncas, puñaladas, drogas e insalubridad. No pueden más y están aterrados. Esta iglesia, situada en calle Hortaleza, está abierta las 24 horas del día para «acoger a los sin techo», en palabras del párroco. Pero, la realidad es bien distinta.
El barrio, sacudido en los 80 por la heroína y los cientos de atracos de yonkis, vuelve a revivir su pasado más peligroso. Lo que nunca pudieron imaginar sus vecinos es que el regreso del infierno en sus calles iba a venir de la mano de un sacerdote que rechaza escuchar sus súplicas y quejas. Solo hay que pasear por la zona para dar fe de la gravedad de la situación.
En el barrio nadie quiere hablarnos, al menos delante del rebaño del padre Ángel. «Nos hacen el gesto de cortarnos el cuello si se nos ocurre decir lo más mínimo de lo que sucede ahí dentro de la parroquia», nos informa el dueño de un comercio que nos ruega que le mantengamos en el anonimato. En la entrada del centro religioso se ve a varios voluntarios de Mensajeros de la Paz, ONG que preside el padre Ángel.
No nos dejan pasar al interior de la iglesia, «es para mendigos y hay que preservar su intimidad», responde uno de los voluntarios. Desde el rellano se ve cómo se entremezclan neones y pantallas digitales con querubines y santos. Hay zona de wifi, expendedores de donativos y hasta una estación de recarga de patinetes eléctricos. Decenas de personas duermen de mala forma en los bancos y a lo lejos hay varios sillones donde descansan otros tantos.
A medida que se acerca la madrugada, aquello se convierte en una película de terror, según relatan los vecinos. «He visto cuchilladas, gente esnifando cocaína en mi portal y no dejan de robarnos. Me han insultado cuando les he dicho que no defecaran delante de mi negocio y me han amenazado diciendo que iban a ir por mí y a por mis hijos. Son la mayoría marroquíes, negros, portugueses, de países del Este… Yo no soy racista, solo describo la realidad. ¿A qué iglesia va la policía cada dos por tres?», lamenta Sergio, una de las víctimas de los ataques.
«La policía se lleva gente esposada todos los días. Se conectan dentro a Internet con sus móviles. Entran a los comercios y nos tienen atemorizados. Hay un vecino que está de baja con moratones porque le han pegado una paliza. También a otra víctima invidente que le dio sin querer con el bastón a uno de estos delincuentes al pasar y le pegaron entre cinco. Está hecho polvo.Tengo mucho miedo por mi mujer y mis hijos», continúa declarando a Libertad Digital uno de los afectados.
¿Una parroquia o un negocio?
En todo momento, desde la Plataforma de Vecinos de Chueca, niegan que tengan aporofobia, tal y como los acusa el padre Ángel. «No todos son pobres. Muchos son delincuentes, pequeños traficantes y adictos que utilizan la iglesia como un espacio de impunidad que supuestamente cuentan con el beneplácito del Padre Ángel, que obtiene financiación de grandes empresas y subvenciones públicas utilizando la iglesia como su escaparate», advierte Esteban Benito, presidente de la Asociación de Vecinos de Chueca.
Sandra nos llama por teléfono. Es propietaria desde hace veinte años de un piso en la calle Hortaleza. Está al límite y quiere vender su casa. «Esto es un negocio. Ni religión, ni cristianismo ni nada. La gestión de esta parroquia la lleva la ONG Mensajeros de la Paz. Utiliza a los pobres. Los adictos no les importa», remata.
Varias mujeres nos desvelan que por la noche salen acompañadas y tienen hasta un grupo de whatsapp para coordinarse. Pili, una de ellas, también acusa al padre Ángel de ser un sacerdote que se lucra con el mal ajeno. Dice que lo conoce desde hace mucho tiempo y asegura que se salta cualquier normativa. «Tiene montado un albergue fuera de la ley en su parroquia. Pululan camellos, yonkis… La Policía Nacional interviene hasta 9 veces al día y el SAMUR hasta cinco veces al día. Roban en las casas, en los comercios, defecan en la calle. Meten navajazos, y las chicas jóvenes ni salen por la noche. Al padre Ángel le da igual, hace lo que le da la gana, se salta todas las leyes de Patrimonio y Urbanismo. No tiene vergüenza ese hombre que dice ser católico», resume la joven con voz nerviosa.
José Luis trabaja en la zona de Chueca. Cerca de la parroquia de San Antón. Nos cuenta que cómo le tiran papeles con fuego en su casa prendidos a su balcón para que arda su vivienda. «Me quejé al padre Ángel y no me hizo ni caso. Un grupo de camellos nos ha amenazado con quemar nuestro edificio mientras dormimos. Hemos cambiado todas las cerraduras. No podemos entrar solos en los garajes porque están ahí. Nos condicionan toda la vida. Hemos tenido que organizarnos para extremar nuestra seguridad. En mi bloque hemos invertido mucho dinero en cámaras de seguridad y con gran esfuerzo porque somos gente trabajadora. Encima, este párroco no tiene piedad. Nos contesta con que odiamos a los pobres. No es así, esto es un tema de delincuencia. Los adictos duermen en la puerta de nuestras casas y mantienen sexo delante de nuestros niños. Al vecino del primero le tiran piedras desde el balcón. El padre Ángel no nos hace caso porque lo que tiene es una plataforma para conseguir dinero. Huele fatal y estamos expuestos continuamente. Los Servicios Sociales no pueden permitir eso».
«No es un párroco. Es un negociante»
Los vecinos confirman a Libertad Digital que el padre Ángel vive en un inmueble de dos plantas de más de 200 metros cuadrados. Además, no viviría solo. «El padre Ángel convive con un señor mayor y un niño adoptado de raza negra». Alberto fue víctima del acoso callejero e intentó hablar con el famoso párroco. Pero fue apartado por sus guardaespaldas, según narra: «El padre Ángel viene todos los días acompañado de dos gorilas. Se baja a diario de un cochazo que lo deja en Fuencarral con su conductor privado, y viene andando con sus dos escoltas. No hay quien se le acerque. Es como un mafioso vestido de cura. No es un párroco, es un negociante».
Uno de los vecinos que consiguió hablar con el padre Ángel se llevó una gran decepción. «Me respondió con que yo era una mala persona. Le recordé que también hay gente enferma y la parroquia no está preparada para acoger a personas así. Los tiene sin asistencia sanitaria y contagiándose entre ellos de enfermedades. Me dijo que ojalá me viera algún día yo así y se fue acompañado de sus guardaespaldas», se queja Ricardo, inquilino desde hace más de diez años de un piso en Chueca.
Esteban Benito, presidente de la asociación vecinal, opina lo mismo. «El padre Ángel tiene más negocios. Posee residencias de ancianos por toda España y todas están bajo su poder. Está todo orquestado a través de su Fundación Mensajeros de la Paz. Es una persona muy influyente».
Tanto es así que el Arzobispado le cedió la gestión total de la iglesia. Pero Benito avisa de que en última instancia el responsable del edificio de la Iglesia de San Antón es el Ayuntamiento de Madrid. «Carmena dio barra libre al padre para que hiciera lo que quisiera. Nunca nos escuchó. Ahora, estamos a la espera de una reunión con el nuevo equipo de gobierno. Vivimos una situación muy injusta. Ellos duermen allí porque los albergues no los quieren y, es más, tampoco van. Los centros de acogida regulados tienen unas normas y como allí no pueden delinquir, se vienen aquí. Son personas que podrían estar atendidas en mejores condiciones pero no lo están pese a lo que diga el Padre Ángel. Insistimos, es el instrumento para conseguir más dinero. El negocio perfecto», finaliza Esteban Benito.
(Los nombres de los vecinos han sido cambiados a excepción del presidente de la Asociación de Vecinos de Chueca, Esteban Benito).