(Settimo Cielo/InfoCatólica) Según recoge Sandro Magister en su blog Settimo cielo, el Prefecto emérito de la Congregación para la Doctrina de la Fe, advierte que el Sínodo amazónico puede tener «consecuencias sobre la Iglesia universal». Y señala que, a pesar de tratar sobre la región amazónica, «si se escuchan las voces de algunos de los protagonistas de esta asamblea se comprende fácilmente que la agenda es totalmente europea».
El purpurado alemán relaciona el Sínodo para la Amazonia con el que va a tener lugar en su tierra natal:
«En Alemania quieren casi refundar la Iglesia Católica. Piensan que Cristo es sólo un hombre que vivió hace dos mil años, consideran que no fue un hombre moderno, están convencidos que no tenía nada de su docta formación. Por eso piensan que es necesario llenar estas lagunas y que les espera actuar a ellos. En una homilía, el cardenal Marx ha preguntado retóricamente: ‘Si Cristo estuviese aquí hoy, ¿diría lo que dijo hace dos mil años?’ Pero Cristo no es una figura histórica como el César. Jesucristo es el resucitado que está presente, que celebra la Misa a través de su representante ordenado sacerdote. Es el sujeto de la Iglesia y su Palabra permanece y vale eternamente. Cristo es la plenitud de la Revelación, por eso no habrá otra Revelación. Somos nosotros los que debemos buscar conocerla más y mejor, ciertamente no podemos cambiarla. Cristo es insuperable e irreversible, pero esto hoy no parece ser muy claro en ciertas latitudes».
Para Müller este error está presente también en el Instrumentum laboris, el documento base del Sínodo sobre la Amazonia: «un documento que no habla de la Revelación, del Verbo encarnado, de la Redención, de la Cruz, de la Vida eterna», sino que más bien ensalza en lugar de la Revelación divina, para asumir como tales, a las tradiciones religiosas de los pueblos indígenas y sus cosmovisiones.
Ante la idea de la ordenación de sacerdotes casados como manera de satisfacer el supuesto derecho a recibir sacarmentos, el cardenal asegura que «no existe ni puede existir un derecho al sacramento. Nosotros somos creaturas de Dios y una creatura no puede reclamar un derecho a su creador. La vida y la gracia son un don. El hombre tiene el derecho de casarse, pero no puede pretender que una determinada mujer lo despose reivindicando un derecho específico. Jesús eligió libremente entre todos sus discípulos a doce de ellos, presentando así su autoridad divina. Eligió a los que él quiso, es Dios quien elige. Nadie puede entrar en el santuario sin ser llamado. Una vez más prevalece la mentalidad secularizada: se piensa como los hombres, no como Dios».
Y añade:
«El celibato sacerdotal se puede comprender sólo en el contexto de la misión escatológica de Jesús, quien ha creado un mundo nuevo. Ha habido una nueva creación. Con las categorías del secularismo no se pueden comprender la indisolubilidad del matrimonio, así como el celibato o la virginidad de las órdenes religiosas. Con tales categorías tampoco se pueden resolver problemas que tienen su origen exclusivamente en la crisis de la fe. No se trata de reclutar más gente para administrar los sacramentos, sino que es necesaria una preparación espiritual, es necesario entrar en la espiritualidad de los apóstoles. Es necesaria una preparación espiritual y teológica, se necesita entrar en la espiritualidad de los apóstoles, no prestando atención a las agencias laicas que aconsejan mucho y sobre muchas cosas por razones totalmente contrastantes con la misión de la Iglesia. Sirve la espiritualidad, no la mundanización».
En cuanto al auge del activismo ecológico, Müller dice:
«La Iglesia es de Jesucristo y debe predicar el Evangelio y dar esperanza para la vida eterna. No puede hacerse protagonista de alguna ideología, ya sea la del ‘gender’ o la del neopaganismo ambientalista. Es peligroso si sucede esto. Vuelvo al ’Instrumentum laboris’ preparado para el Sínodo sobre la Amazonia. En uno de sus párrafos se habla de la ‘Madre Tierra’: pero ésta es una expresión pagana. La tierra viene de Dios y nuestra madre en la fe es la Iglesia. Nosotros somos justificados por la fe, la esperanza y el amor, no por el activismo ambiental. Es cierto que el cuidado de lo creado es importante, después de todo vivimos en un jardín querido por Dios. Pero no es éste el punto decisivo. Lo es el hecho que para nosotros Dios es lo más importante. Jesús dio su vida para la salvación de los hombres, no del planeta».
Y concluye:
«Ciertamente la Iglesia puede dar su propia contribución con una buena ética, con la doctrina social, con el magisterio, recordando los principios antropológicos. Pero la primera misión de la Iglesia es predicar a Cristo, el Hijo de Dios. Jesús no le dijo a Pedro que se ocupara del gobierno del imperio romano, no entra en diálogo con el César. Se mantuvo a una buena distancia. Pedro no era amigo de Herodes o de Pilato, sino que sufrió el martirio. Es justa la cooperación con un gobierno legítimo, pero sin olvidar jamás que la misión de Pedro y de sus sucesores consiste en unir a todos los creyentes en la fe en Cristo, que no ha encomendado que se ocuparan de las aguas del Jordán o de la vegetación de Galilea».