(AsiaNews) La iglesia ortodoxa rusa de Florencia, dedicada a la Natividad de Nuestro Señor y a San Nicolás El Taumaturgo, es una de las más gloriosas y prestigiosas de la emigración rusa. Inaugurada en noviembre de 1903, mucho antes de los dramáticos acontecimientos revolucionarios en el suelo patrio, y primer edificio religioso ruso en suelo italiano, la iglesia recuerda el gran triunfo del zar Alejandro I sobre Napoleón. Allí incluso se conservan los estandartes de 1814, cuando el emperador celebró en París la victoria que conduciría a Europa a la Santa Alianza, el sueño romántico de unir los imperios cristianos europeos. Y todavía hoy, los parroquianos rusos de Florencia aspiran a la unidad de los cristianos de todas las confesiones y nacionalidades en tiempos difíciles, en que rigen divisiones incluso dentro del mundo ortodoxo. Hemos hablado sobre estas aspiraciones con la administradora parroquial (en ruso, «starosta»), la Sra. Anna Georgevna Worontzoff-Weliaminoff.
Bisnieta de Pushkin, descendiente de una de las ramas más prestigiosas de la nobleza rusa, la lingüista Anna Worontzoff es una de las últimas descendientes de la inmigración rusa de principios del siglo pasado. Junto a la comunidad, ella ha sostenido la elección del arcipreste de Florencia, Georgij Blatinskij, que ha decidido adherir a la jurisdicción de la Iglesia Rusa en el exterior («Zarubezhnaja»). Dicha iglesia se formó en el exilio, durante la Revolución, y desde el 2004 ha vuelto a estar en comunión con el Patriarcado de Moscú. Otras iglesias en Europa están tomando el mismo camino, tras la ruptura de relaciones entre Moscú y Constantinopla.
¿Cómo ha vivido su comunidad este último año, que ha sido tan doloroso para los ortodoxos rusos y para todo el mundo ortodoxo?
Hemos tratado de mantener buenas relaciones con todos, ya que siempre ha sido éste el espíritu de nuestra Iglesia. Pero somos pocos los que todavía conservamos lazos con las antiguas familias de la emigración rusa: la mayor parte de los parroquianos son rusos, ucranianos, moldavos y otros llegados recientemente. También hay italianos con lazos familiares rusos, que no tienen interés en alinearse con uno u otro patriarca. Somos personas que viven y trabajan, con todos los problemas de la vida normal, y tenemos el deseo de reunirnos para orar y para la celebración de nuestra fe, de nuestra cultura y de nuestra existencia común.
Cuando comenzaron los eventos que condujeron a la creación de la nueva Iglesia ucraniana, y consecuentemente, a la ruptura con Constantinopla, todos sufrimos. Teníamos una buena relación con el patriarcado ecuménico y no había motivos para interrumpir las relaciones. Cuando sucedió la ruptura, el patriarca de Moscú declaró la suspensión de la comunión sacramental con Constantinopla, y a todos se nos presentó un grave problema de consciencia: no podemos quedarnos afuera de la comunión con nuestra madre patria. Salvo algún ucraniano occidental, que se siente unido a la nueva Iglesia aprobada por los griegos, la mayor parte de los ucranianos de nuestra parroquia también permaneció fiel a la Iglesia de Moscú.
¿Ha habido conflictos con los griegos y con los demás ortodoxos?
En Florencia también hay una iglesia griega, que celebra la liturgia gracias a la hospitalidad de los católicos, además de 3 iglesias rumanas. No teníamos vínculos fuertes con ellos, pero tampoco había sentimientos hostiles. Cuando el metropolitano griego de Venecia, Gennadios (Tzervos), trató de imponernos el pasaje a la jurisdicción de Constantinopla, nosotros decidimos adherir a la jurisdicción de los rusos en el exterior, que está en comunión con el Patriarcado de Moscú. El obispo de Londres, Irinej (Steenberg), un estadounidense que, desde Londres, dirige la Iglesia rusa en el exterior, enseguida vino a vernos, para confirmar a nuestra comunidad. En el fondo, a los feligreses no les interesa mucho a qué patriarca nombramos; hoy en día recordamos al patriarca de Moscú, Kirill, pero nuestro deseo sigue siendo estar en sintonía con toda la Ortodoxia. No nos sorprende que el obispo Ioann (Renneteau) de París y la mayor parte de los sacerdotes rusos hayan optado por su patria, pero sabemos que lo único que desean todos es vivir en comunión; cada uno, según su propia historia.