(InfoVaticana) Texto completo de la carta de los prelados:
Una aclaración sobre el significado de la «fidelidad al Papa»
Ninguna persona honesta puede negar la confusión doctrinal casi general que reina en la vida de la Iglesia en nuestros días. Esto se debe particularmente a las ambigüedades con respecto a la indisolubilidad del matrimonio, que se relativiza mediante la práctica de la admisión de personas que conviven en uniones irregulares a la Sagrada Comunión, debido a la creciente aprobación de los actos homosexuales, que son intrínsecamente contrarios a la naturaleza y contrarios a la voluntad revelada de Dios, debido a errores con respecto a la singularidad de Nuestro Señor Jesucristo y Su obra redentora, que se relativiza a través de afirmaciones erróneas sobre la diversidad de las religiones, y especialmente debido al reconocimiento de diversas formas de paganismo y su practicas rituales a través del Instrumentum Laboris para la próxima Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para la región Panamazónica.
Ante esta realidad, nuestra conciencia no nos permite callar. Nosotros, como hermanos en el Colegio de los Obispos, hablamos con respeto y amor, para que el Santo Padre rechace inequívocamente los evidentes errores doctrinales del Instrumentum Laboris para la próxima Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para la región Panamazónica y no consienta a la abolición práctica del celibato sacerdotal en la Iglesia latina a través de la aprobación de la ordenación de los llamados «viri probati«.
Con nuestra intervención, nosotros, como pastores del rebaño, expresamos nuestro gran amor por las almas, por la persona del mismo Papa Francisco y por el don divino del oficio Petrino. Si no hiciéramos esto, cometeríamos un gran pecado de omisión y de egoísmo. Porque si estuviéramos en silencio, tendríamos una vida más tranquila, y tal vez incluso recibiríamos honores y reconocimientos. Sin embargo, si estuviéramos en silencio, violaríamos nuestra conciencia. En este contexto, pensamos en las conocidas palabras del futuro santo Cardenal John Henry Newman (que será canonizado el 13 de octubre de 2019): «Brindaré al Papa –si así Usted lo desea– , primero a la Conciencia y al Papa después». (Carta dirigida al duque de Norfolk en ocasión del reciente reproche del Sr. Gladstone). Pensamos en estas palabras memorables y pertinentes de Melchior Cano, uno de los obispos más sabios durante el Concilio de Trento: «Pedro no necesita nuestra adulación. Aquellos que defienden ciega e indiscriminadamente cada decisión del Sumo Pontífice son los que menoscaban la autoridad de la Santa Sede: destruyen, en lugar de fortalecer sus cimientos».
En los últimos tiempos, se ha creado una atmósfera de infalibilización casi total de las declaraciones del Romano Pontífice, es decir, de cada palabra del Papa, de cada pronunciamiento y de los documentos meramente pastorales de la Santa Sede. En la práctica, ya no se observa la regla tradicional de distinguir los diferentes niveles de los pronunciamientos del Papa y de sus oficios con sus notas teológicas y con la correspondiente obligación de adhesión de los fieles.
A pesar del hecho de que el diálogo y los debates teológicos fueron alentados y promovidos en la vida de la Iglesia durante las últimas décadas después del Concilio Vaticano II, en nuestros días, parece que ya no hay posibilidad de un debate intelectual y teológico honesto y de la expresión de dudas sobre afirmaciones y prácticas que ofuscan y perjudican gravemente la integridad del Depósito de la Fe y de la Tradición Apostólica. Tal situación lleva al desprecio por la razón y, por lo tanto, por la verdad.
Quienes critican nuestras expresiones de preocupación emplean sustancialmente solo argumentos sentimentales o argumentos de poder. Aparentemente no quieren entablar una discusión teológica seria sobre el tema. A este respecto, parece que a menudo la razón simplemente es ignorada y se suprime el razonamiento.
Una expresión sincera y respetuosa de preocupación con respecto a asuntos de gran importancia teológica y pastoral en la vida de la Iglesia de hoy, dirigida también al Sumo Pontífice, es inmediatamente silenciada y arrojada a la luz negativa con reproches difamatorios de «sembrar dudas», de «estar contra el Papa», o incluso de «ser cismático».
La Palabra de Dios nos enseña, a través de los Apóstoles, a ser certeros, firmes e inquabrantables con respecto a las verdades universales e inmutables de nuestra fe y a mantener y proteger la fe ante los errores, como San Pedro, el primer Papa, escribió: «Estad en guardia para que no os arrastre el error de esa gente sin principios ni decaiga vuestra firmeza» (2P 3, 17). San Pablo también escribió: «Ya no seamos niños sacudidos por las olas y llevados a la deriva por todo viento de doctrina, en la falacia de los hombres, que con astucia conduce al error; sino que, realizando la verdad en el amor, hagamos crecer todas las cosas hacia él, que es la cabeza: Cristo» (Ef 4, 14-15).
Hay que tener en cuenta el hecho de que el apóstol Pablo reprochó públicamente al primer papa en Antioquía en una cuestión de menor gravedad, en comparación con los errores que en nuestros días se extienden en la vida de la Iglesia. San Pablo advirtió públicamente al primer Papa debido a su comportamiento hipócrita y al consiguiente peligro de cuestionar la verdad que dice que las prescripciones de la ley mosaica ya no son vinculantes para los cristianos. ¿Cómo reaccionaría hoy el apóstol Pablo si leyera la oración del documento de Abu Dhabi que dice que Dios quiere en su sabiduría igualmente la diversidad de sexos, naciones y religiones (entre las cuales hay religiones que practican la idolatría y blasfeman a Jesucristo)!? Tal afirmación produce, de hecho, una relativización de la unicidad de Jesucristo y de su obra redentora! ¿Qué dirían San Pablo, San Atanasio y las otras grandes figuras del cristianismo al leer una frase así y los errores expresados en el Instrumentum Laboris para la próxima Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para la región Panamazónica? Es imposible pensar que estas figuras permanecerían en silencio, o se dejarían intimidar con reproches y acusaciones de hablar «contra el Papa».
Cuando el papa Honorio I en el siglo VII mostró una actitud ambigua y peligrosa con respecto a la propagación de la herejía del monotelitismo, que negaba que Cristo tuviera una voluntad humana, San Sofronio, patriarca de Jerusalén, envió un obispo de Palestina a Roma, pidiéndole hablar, rezar y no guardar silencio hasta que el Papa condenase la herejía. Si San Sofronio viviera hoy, ciertamente sería acusado de hablar «en contra del Papa».
La afirmación sobre la diversidad de religiones en el documento de Abu Dhabi y especialmente los errores en el Instrumentum Laboris para la próxima Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para la región Panamazónica contribuyen a una traición de la incomparable singularidad de la Persona de Jesucristo y de la integridad de la fe católica. Y esto ocurre ante los ojos de toda la Iglesia y del mundo. Una situación similar existió en el siglo IV, cuando con el silencio de casi todo el episcopado, la consustancialidad del Hijo de Dios fue traicionada en favor de afirmaciones doctrinales ambiguas del semi-arrianismo, una traición en la que incluso el Papa Liberio participó por un corto período de tiempo. San Atanasio nunca se cansó de denunciar públicamente tal ambigüedad. El papa Liberio lo excomulgó en el año 357 «pro bono pacis«, es decir, «por el bien de la paz», para tener paz con el emperador Constancio y los obispos semi-arrianos del Este. San Hilario de Poitiers informó este hecho y reprendió al Papa Liberio por su actitud ambigua. Es significativo que el Papa Liberio, a diferencia de todos sus predecesores, fue el primer papa cuyo nombre no se incluyó en el Martirologio Romano.
Nuestra declaración pública corresponde con las siguientes palabras de Nuestro Santo Padre, el Papa Francisco: «Una condición general de base es esta: hablar claro. Que nadie diga: «Esto no se puede decir; pensará de mí así o así…». Se necesita decir todo lo que se siente con parresía. Después del último Consistorio (febrero de 2014), en el que se habló de la familia, un cardenal me escribió diciendo: lástima que algunos cardenales no tuvieron la valentía de decir algunas cosas por respeto al Papa, considerando quizás que el Papa pensara algo diverso. Esto no está bien, esto no es sinodalidad, porque es necesario decir todo lo que en el Señor se siente el deber de decir: sin respeto humano, sin timidez» (Saludo a los padres sinodales durante la Primera Congregación General de Tercera Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los Obispos, 6 de octubre de 2014).
Afirmamos en presencia de Dios quién nos juzgará: somos verdaderos amigos del Papa Francisco. Tenemos una estima sobrenatural de su persona y del supremo oficio pastoral del Sucesor de Pedro. Oramos mucho por el Papa Francisco y alentamos a los fieles a hacer lo mismo. Con la gracia de Dios, estamos listos para dar nuestras vidas por la verdad de la fe católica sobre la primacía de San Pedro y sus sucesores, si los perseguidores de la Iglesia nos pidieran que negáramos esta verdad. Vemos los grandes ejemplos de fidelidad a la verdad católica de la primacía Petrina, como San Juan Fisher, obispo y cardenal de la Iglesia, y Santo Tomás Moro, un laico, y muchos otros santos y confesores, y nosotros invocamos su intercesión.
Cuanto más fieles laicos, sacerdotes y obispos se aferran y defienden la integridad del depósito de la fe, más, de hecho, apoyan al Papa en su ministerio Petrino. Porque el Papa es el primero en la Iglesia a quien se aplica esta advertencia de la Sagrada Escritura: «Mantén la forma de las palabras sanas que has oído de mí en la fe y el amor que tienen su fundamento en Cristo Jesús. Vela por el buen depósito que se te ha confiado con la ayuda del Espíritu Santo que habita en nosotros» (2 Tim. 1, 13-14).
24 de septiembre de 2019.
Fiesta de Nuestra Señora de la Merced
Raymond Leo Cardenal Burke
Obispo Athanasius Schneider