(CNA/InfoCatólica) «Es esta llamada universal a la santidad en el que deseo que todos nosotros, clero y resto de fieles, nos enfoquemos nuevamente. Llama la atención que, en medio de todas las crisis del siglo XX, el mensaje central del Concilio Vaticano II fue que cada uno de nosotros, en cada estado de la vida, estamos llamados a la plenitud de la vida cristiana y la perfección del amor: es decir, llamados a convertirnos en nada menos que santos», escribió el obispo Davies.
«El Adviento es un tiempo de esperanza renovada que nos lleva a la luz de la Navidad», dijo. «Es un viaje que hacemos en los días más oscuros de nuestro año. Esos días evocan las oscuras sombras en el mundo que nos rodea, y los fracasos en las vidas y el testimonio de los cristianos que a veces proyectan sombras oscuras sobre el rostro de la Iglesia, ocultando para muchos, la luz clara de Cristo que brilla en ella».
Y añadió que «nuestra renovación en la santidad» es «la única renovación de la Iglesia que será realmente importante... Por ella los santos fueron la solución a las crisis que la Iglesia ha enfrentado a lo largo de la historia y por ella demostraron ser los grandes evangelizadores».
El obispo indicó que «hoy, en medio de las oscuras sombras del escándalo y el desafío de una nueva evangelización de las sociedades occidentales, es urgente recordar este objetivo de toda vida cristiana, ya que es en los santos donde se encuentra el verdadero rostro de la Iglesia que brilla hacia fuera». Porque, aunque puedan discutirse planes pastorales,«ninguna reorganización o reestructuración puede lograr lo que nuestro esfuerzo para convertirnos en los santos que Dios nos ha llamado a ser».
Tanto «nuestra vocación cristiana como el objetivo final de toda vida humana» es «llegar a ser, al final, un santo», dijo monseñor Davies, recordando que Cristo nos dijo «que esto es lo único que importa».
Él obispo pidó a todos sus fieles recordar que todo lo necesario para crecer en santidad se encuentra en la Iglesia, que es santa aunque compuesta de pecadores. «En la oración diaria, la confesión frecuente y, sobre todo, en la Sagrada Eucaristía, recibimos los medios divinos, la gracia para alcanzar esta meta», recordó.
«Este es nuestro propósito cuando entramos de nuevo en Adviento», concluyó el prelado. «Pidamos a Nuestra Señora, la que está llena de gracia, que nos acompañe en el camino hacia la santidad, la verdadera felicidad a la que estamos llamados. En las hermosas palabras del Concilio Vaticano II, sabemos que en la Santísima Virgen María la Iglesia ya ha alcanzado la perfección; y en nuestra lucha ella brilla para nosotros como un signo de cierta esperanza y consuelo hasta que llegue el día del regreso del Señor en esplendor».