(NCR/InfoCatólica) El arzobispo de Sidney, Australia, Anthony Fisher, formaba parte de la comisión informativa del Sínodo de la Juventud celebrado en octubre, y fue elegido para el consejo ordinario del Sínodo de los Obispos, que preparará la próxima asamblea.
En la entrevista realizada el 28 de octubre por Edward Pentin, corresponsal en Roma, el arzobispo dominico alaba la voluntad de aquellos implicados en acercar más los jóvenes a Cristo y a su Iglesia, el ambiente general del encuentro y las contribuciones de los auditores jóvenes.
Pero también resalta lo que él ve como debilidades del Sínodo, incluyendo una «decepcionante» tibieza al tratar la enseñanza moral de la Iglesia, la poca disposición para proporcionar traducciones y el hecho de que casi todos los padres sinodales se sintieron «privados» de poder hablar después de sus intervenciones.
En general, le preocupa la forma actual del foro: «En este sínodo, estábamos redactando doctrina, como si dijéramos, aprisa», dice. «Ésta no es la forma de hacerlo».
¿Cómo piensa que ha sido el sínodo en general? ¿Está contento con el resultado?
Tuvo sus cosas buenas y sus cosas malas (1). La sola inversión de tiempo y recursos revela lo seriamente que los pastores de la Iglesia se toman los asuntos de los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional. Había afecto real por nuestros jóvenes y pasión por traerlos más cerca de Cristo y su Iglesia. También fue muy valioso escuchar los asuntos tan diferentes que hay en las mentes de los jóvenes y sus pastores según los lugares de procedencia. Por mi parte, me sentí enriquecido por todo esto. Además, hubo preciosos momentos de oración, contemplación y conversación.
Por otro lado, creo que el documento final es demasiado largo y, en algunos lugares, ambiguo. Cuando piensas en a quiénes va dirigido, la gente joven, o aquéllos implicados en ministerios para jóvenes, o sacerdotes que están intentando que los jóvenes se interesen por la Iglesia, es probable que pocos lean algo tan largo y enrevesado.
Tiene algunas partes muy bellas, pero a menudo van seguidas de aburridos análisis seculares-sociológicos. Pienso que el documento podría haber sido mejor editado. Habría sido más efectivo si fuese la mitad de largo y más claro.
¿Cómo compara el documento final con el documento de trabajo, el Instrumentum laboris? ¿Es peligrosa la sugerencia de que deban ser leídos juntos?
El documento final es significativamente mejor que el Instrumentum laboris, y es debido a la labor de los obispos. Muchos de los padres sinodales estaban sorprendidos por el rumor de tener que leer los dos documentos juntos; después de todo, es la propia naturaleza de un documento de trabajo y sus diferentes borradores que sean reemplazados por el documento final. El documento de trabajo fue recopilado por los relatores del Sínodo, y no tiene la autoridad de los obispos.
¿Es particularmente problemático el hecho de que el documento final sea potencialmente magisterial?
El Papa ha dejado entrever que, en vez de escribir su propio documento, la exhortación apostólica post-sinodal, como ha sido costumbre en el pasado, él podría adoptar el documento final del Sínodo como suyo propio. Esto daría a dicho documento un peso que nunca había tenido antes.
Dada la premura con la que se preparó el documento del Sínodo, yo estaría en contra de que obtuviese la aprobación automática del Papa. Debería estar claro que el documento de trabajo y el borrador del documento oficial no forman parte del magisterio porque no son ejercicios de los pastores de la Iglesia en cuanto enseñanza y gobierno. Tales documentos pueden estar muy bien preparados teniendo en cuenta los teólogos, sociólogos y razonamientos que hay detrás de ellos, pero no son las conclusiones de los pastores de la Iglesia.
El ambiente fue bueno generalmente, según he oído.
Sí, me pareció bueno y los que han estado en varios sínodos me dijeron que ha sido mejor que en muchos. No hubo la tensión en el aire que algunos experimentaron en los dos previos.
No ha habido muchas referencias a las enseñanzas morales de la Iglesia en el documento final, aunque éstas sean cruciales en la formación de los jóvenes, ¿no?
Muchas de las preocupaciones de los jóvenes fueron en el fondo morales y espirituales, y por eso fue decepcionante que los relatores del documento fueran tan tibios al mencionar la enseñanza moral de la Iglesia. Algunos de nosotros tratamos de que se incluyeran más puntos de la enseñanza de la Iglesia sobre la ley natural, los valores morales absolutos, la prudencia y el funcionamiento de la conciencia, y sobre materias específicas tales como la vida y el sexo, y hubo mejoras. El documento final habría sido más útil si fuese más claro en lo que respecta a tales asuntos.
¿Por qué piensa que se habla tan poco de estas materias en los documentos?
Uno de los factores fue probablemente el deseo de responder a lo que se percibe como preferencias de la cultura contemporánea de los jóvenes, que a menudo se contrapone a la tradición católica en materia moral. Otro factor que percibí fue una visión implícita de que los dos (o más) pontificados previos habían sido demasiado intelectuales, demasiado catequéticos, demasiado determinantes, y que este Sínodo debería marcar el cambio que ha estado ocurriendo de la cabeza al corazón, del intelecto especulativo y moral al discernimiento afectivo.
Los relatores parecían incómodos, no sólo con enseñanzas particulares del magisterio, sino también con la metodología del magisterio hasta la fecha y con la forma en que se valora el intelecto práctico.
¿Cómo ve los párrafos sobre la homosexualidad?
Ya no se habla de «LGTB», y el documento final pone mucho más cuidado en seguir las enseñanzas de la Tradición de la Iglesia sobre estos asuntos, más que el espíritu de la época. Con sutileza vuelve a declarar o apunta hacia las enseñanzas sobre el hombre y la mujer, la sexualidad y el matrimonio y se aleja de reducir a las personas a sus deseos sexuales.
A algunos de nosotros nos hubiera gustado que fuera más claro y contundente; por ejemplo, no creo que el documento final sea claro sobre el fin de la procreación de los hijos. Pero es significativamente mejor que el documento de trabajo y el borrador del documento final.
¿Hubo problemas con las traducciones del documento final?
Algunos de los organizadores parecían estar molestos por el hecho de que al menos la mitad de los padres sinodales y casi todos los auditores no hablaran italiano. Pero el hecho es que menos de un 1% de la población mundial lo habla.
Si en la Iglesia va a haber encuentros internacionales, tiene que mejorar el aspecto lingüístico, y asegurarse que todos tengan los textos en las diferentes lenguas oficiales del encuentro. Esto no ha ocurrido en este Sínodo. Hubo otros problemas con los horarios y las reglas que hicieron que algunos se sintieran manipulados.
Es difícil votar sobre un párrafo que sólo se ha escuchado a través del intérprete, ¿no?
Sí, era leído tan rápido que los intérpretes luchaban por no quedarse atrás, y los padres no podían tomar notas en sus propios idiomas. Así que, a veces, no estábamos seguros de lo que se nos pedía votar afirmativa o negativamente.
Hoy en cualquier reunión internacional seria se asegura que los delegados tengan los textos delante en su lengua oficial. Si la ONU o cualquier organización comercial puede hacerlo, también puede la Iglesia…
Reconozco, por supuesto, que el Vaticano tiene menos personal que muchas organizaciones internacionales. Pero si vamos a invertir en los viajes, alojamientos y tiempo de 300 líderes y consejeros de la Iglesia durante un mes, el coste de la traducción profesional debería ser pequeño en comparación.
¿Cuál piensa que ha sido la influencia y la representación de los auditores jóvenes?
Tuvimos un grupo de 36 jóvenes presentes durante el sínodo. Fueron estupendos. Era agradable hablar con ellos informalmente, y no se retraían al hablar en las asambleas generales y en las discusiones en grupos pequeños. Muchos de ellos eran bastante idealistas. Fue bueno tenerlos allí durante todo el proceso. Pero en ciertos momentos sentí como si cazaran en manada: aplaudían, animaban y chillaban a comentarios que se ceñían a un guion muy particular. Algunos comentaron que los jóvenes estaban siendo dirigidos para promover ciertos puntos de vista; no sé nada sobre eso. Sin embargo, uno de los padres sinodales más internacionales observó que parecía que había muy pocos o prácticamente ningún joven de una «disposición más clásica» (según sus palabras) presentes para hablar desde este punto de vista y que esto hacía que los auditores jóvenes no fueran totalmente representativos de su generación.
¿Sintió que los que defendían más tradición y ortodoxia, como los africanos, fueron quizás callados?
No, no creo que fueran sólo los más tradicionales quienes fueron callados. Lo fuimos todos. El hecho fue que después de nuestros cortos discursos iniciales, fue casi imposible que se nos escuchara de nuevo a los obispos en la asamblea general.
¿Incluso en las discusiones libres?
Las discusiones libres fueron muy pocas, normalmente a última hora de los largos días. Al menos en una ocasión, todo el tiempo se dedicó prácticamente a discursos de representantes ecuménicos. Otros días se dedicaron a comunicaciones. Y cuando las discusiones libres tenían lugar, sólo se oía a cardenales y a los auditores jóvenes, a ningún obispo. Hicimos nuestro pequeño discurso al principio y eso fue todo en lo que se refiere a la asamblea general.
¿Cómo es que se ha introducido tanto material sobre «sinodalidad» en el documento final?
Bien, no estaba en el documento de trabajo, ni en las discusiones de la asamblea general, ni en las de los grupos del mismo idioma, ni en los informes de los grupos pequeños, sólo apareció, como de la nada, en el borrador del documento final.
Hubo algún rechazo por parte de los padres sinodales contra esta obvia manipulación. Significó que algunos votaran contra estos párrafos sobre sinodalidad, no porque no estuvieran de acuerdo con ellos, sino porque no estaban de acuerdo en que éstos, que tan mal encajaban en el documento, se introdujeran a última hora y sin razón alguna.
¿Piensa que esos párrafos fueron introducidos con la vista puesta en el próximo sínodo de la Amazonia?
Eso es lo que algunos piensan, que era para dar al sínodo de la Amazonia permiso para desviarse de la Iglesia universal en su postura, por ejemplo, sobre el celibato sacerdotal, o para permitir a algunas conferencias episcopales, como la alemana, a hacerlo en materias tales como la bendición de uniones de parejas del mismo sexo.
Eso podría ser así, pero yo lo veo de una forma un poco diferente. Ha habido presión para descentralizar varios aspectos de la Iglesia, apartarlos del Papa, los cardenales y los dicasterios romanos, hacia niveles más regionales y locales, y también se ha presionado para que los laicos estén más involucrados en las tomas de decisiones de la Iglesia. Dependiendo del qué y cómo, parece que esto es bastante sensato. Pero hay retos eclesiológicos aquí, y el uso del modo de hablar sinodal es muy confuso.
Se preparó un documento sobre la sinodalidad y fue aprobado a toda prisa por una comisión teológica internacional en mayo. ¿Cómo se le confiere autoridad magisterial? Bien, una forma es citarlo con aprobación en un sínodo de obispos y que el documento tenga a su vez la aprobación papal.
¿Cree que hay peligro en estos sínodos, que pueden ser vehículos de la heterodoxia?
Sí, hay un peligro real. Esta no es la forma de hacer doctrina. Si estás preparando un documento vaticano sobre un tema, escoges a un grupo de teólogos altamente cualificados o expertos en ese área para redactar los borradores y las correcciones. Tienes a otros para hacer las críticas. Finalmente lo llevas a los obispos de la CDF (Congregación para la Doctrina de la Fe).
El Papa puede contribuir en varias fases del proceso y, finalmente, es su aprobación lo que le da al documento autoridad real. Lleva tiempo, según mi experiencia, normalmente varios años, antes de que un documento esté lo suficientemente maduro para ser publicado como fe de la Iglesia. Sin embargo, en este Sínodo, estábamos escribiendo doctrina sobre la sinodalidad, como si dijéramos, deprisa, en menos de una semana.
¿Y el voto?
Después se votó en cuestión de minutos, y bajo una terrible presión de tiempo, sin oportunidad alguna de hacer enmiendas. Para mí, esa no es forma de hacer doctrina.
¿Qué piensa del argumento del cardenal Louis Raphaël I Sako, cuando dijo en su discurso: «la barca de Pedro no es como otras, la barca de Pedro, a pesar de las olas, permanece fuerte, porque Jesús está en ella y nunca la abandonará»? ¿Cree que no debemos preocuparnos en cierto sentido por la sinodalidad, porque no somos como los anglicanos?
Creo que tiene razón y a la vez no. Por supuesto que no somos como los anglicanos porque tenemos a Pedro. El Papado es sumamente importante, mientras que haga su trabajo de dirigir la barca cuando es necesario, especialmente a través de fuertes tormentas, para unir a los hermanos y confirmarlos en la fe de los apóstoles.
Pero si Pedro decide tomar la política de no intervenir y dejar las cosas en manos de los capitanes locales, la barca podría tomar diferentes rumbos, no todos ellos para el bien.
Los padres sinodales que han visto cómo la sinodalidad ha arruinado la iglesia anglicana, o cómo funciona en las iglesias orientales sólo después de siglos de elaborada etiqueta sinodal, no ignoramos los beneficios de tener nuestro papado. Por lo que estaban preocupados, creo, es por la forma en que podrían ser hoy manipulados los sínodos, llevados por las modas de la época. Ellos recelaban, además, de todas esas vagas palabras como «estilo sinodal», «discipulado sinodal» y otras, algunas de las cuales han sobrevivido en el documento final; eso puede significar todo tipo de cosas según quien lo diga, y al final puede causar divisiones.
Esperemos que los católicos estemos de acuerdo en un sentido más claro de la sinodalidad de aquí en adelante.
Publicado originalmente en National Catholic Register
Traducido para InfoCatóliac por Ana María Rodríguez
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N.del T. (1): En el texto aparece originalmente " Curate's egg", que es una expresión inglesa que se usa para expresar que algo es parcialmente bueno y parcialmente malo.