(AnálisisDigital/InfoCatolica) Evocando la figura de San Isidro, el cardenal Rouco recordó que “representa uno de esos Santos cuya actualidad permanece inmarchita en nuestra historia”. Así, a lo largo de las encrucijadas históricas, sobre todo las más dramáticas, por las que han atravesado la Iglesia y el pueblo madrileño, dijo que nos muestra la vía inequívoca “por donde ha de dirigirse la reflexión sobre la situación del actual momento de Madrid y de España y, consiguientemente, cómo han de orientarse y conducirse los proyectos de renovación de la vida cristiana en la Iglesia y en la sociedad. Tarea para las personas responsables y para las instituciones, que no admite demora”.
Evocando la figura del santo, ha destacado de manera especial “su amor a los pobres. Para el Cardenal, “sentar al hombre hermano a la mesa diaria de la familia –de la nuestra, de la familia que es la Iglesia, y de la familia que debe ser la humanidad– se nos ha convertido en la actual coyuntura histórica en una urgencia moral y espiritual que compromete gravemente nuestra conciencia. No se trata de un imperativo ético cualquiera sino de una exigencia moral fundamental de cuyo cumplimiento o no cumplimiento depende el bien integral de la persona humana y el futuro de la sociedad”.
Dejar nacer a los hijos es el primer y fundamental deber del amor al prójimo, del amor al más necesitado
Para ello, el cardenal Rouco Varela señaló como condición previa el que “se permita, facilite y favorezca” que haya comensales, afirmando que “si se impide que nazcan los niños, la mesa común de la familia humana se irá quedando sin hijos, hasta terminar vacía”. Por eso, pidió: “¡Que no se le niegue a ningún concebido de mujer el derecho a nacer! ¡Dejar nacer a los hijos es el primer y fundamental deber del amor al prójimo, del amor al más necesitado! ¡Más aún, es grave obligación de conciencia de todos los implicados –familiares, amigos, instituciones privadas y públicas– que se ayude generosa y eficazmente a las madres que los conciben, no para que sean eliminados, sino para que puedan darles a luz!”.
En este contexto, prosiguió: “Si no se respeta escrupulosamente el derecho de todo ser humano a la vida, desde su concepción hasta su muerte natural, nos quedaremos sin el fundamento ético imprescindible para poder edificar un orden social y jurídico, digno de ser llamado y considerado, humano, justo y solidario”.
Como consecuencia del respeto a la vida, continuó, se sentará “fraternalmente a todo hombre necesitado de sustento, de casa, de atención sanitaria, de educación, de cultura y de trabajo a la mesa común: en cada ciudad, en cada país… en Madrid, en España, en Europa y en cualquier lugar del mundo. Sí, amar al prójimo exige hacerlos partícipes del bien común de la sociedad y de la comunidad política dentro y fuera de la propia tierra”.
Se necesitan los esfuerzos de todos y son necesarios todos los esfuerzos para salir de la crisis
Resaltando también que San Isidro era “un hombre de oración: ¡un hombre de Dios!” y cestacando ‘la hombría de bien’ de San Isidro Labrador, señaló que “el significado actual de nuestro Patrono pasa por ser “hombres de bien, veraces, honrados y generosos,… cuando tantas familias y tantos conciudadanos nuestros sufren las consecuencias de las crisis matrimoniales y familiares, nos amenazan la escasez de bienes imprescindibles y, sobre todo, el desempleo. Se necesitan los esfuerzos de todos y son necesarios todos los esfuerzos para salir de la crisis”.
El cardenal concluyó pidiendo “esfuerzos técnicos y humanos –financieros, económicos, políticos y jurídicos– para aliviar dolores y angustias de tantos hermanos nuestros y hacer que renazca de nuevo la esperanza son imprescindibles”, sin olvidar los “esfuerzos morales y espirituales, es decir, la necesidad de la conversión interior de las conciencias, la vuelta a Dios y a Aquél que nos ha enviado, Jesucristo, nuestro Señor y Salvador”.