(Catholic Herald/InfoCatólica) Es imperativo que la Iglesia católica dé a conocer la razón por la que mantiene sus enseñanzas, como reiteró el beato Pablo VI en su encíclica de 1968 «Humanae Vitae», para que los católicos y el mundo en general comprendan el plan de Dios para la humanidad, dijo el arzobispo el 4 de abril durante la sesión de apertura del simposio que celebraba los 50 años de la enseñanza papal.
La encíclica es notablemente conocida por defender la oposición de la Iglesia a la anticoncepción. Fue publicada ocho años después de que la FDA de los EEUU aprobara en 1960 la primera píldora para el control de la natalidad.
El beato Pablo convocó una comisión para estudiar si el rechazo histórico cristiano de los anticonceptivos se podía aplicar a la nueva tecnología. La mayoría de los miembros dijeron al Papa que no, pero el beato finalmente no estuvo de acuerdo, y dijo en la encíclica que la nueva tecnología era un control de la natalidad prohibido.
La decisión del beato Pablo VI ha sido ampliamente criticada, reconoció el arzobispo Chaput, por parte del clero católico, teólogos y laicos que rehusaron aceptarla. «La resistencia continúa en nuestros días», dijo el arzobispo, que preside el comité de la Conferencia de Obispos Católicos americanos para los laicos, el matrimonio, la vida familiar y la juventud. Hizo estos comentarios en una breve conferencia de 35 minutos ante 200 personas.
«Humanae Vitae reveló profundas heridas en la Iglesia sobre nuestra comprensión de la persona humana, la naturaleza de la sexualidad, y el matrimonio tal y como Dios lo creó», explicó. «Buscamos todavía la cura para estas heridas. Pero gracias al testimonio de San Juan Pablo II, el Papa Benedicto, el Papa Francisco y muchos otros pastores fieles, la Iglesia ha continuado enseñando la verdad de Jesucristo sobre quiénes somos y lo que Dios desea para nosotros».
«La gente, desesosa de abrir sus ojos y sus corazones a la verdad, verá la esperanza que la enseñanza católica representa y el poder que da el saber que la verdad nos hace libres».
El arzobispo cuestionó la extendida denuncia de las enseñanzas sobre la anticoncepción que hacen aquéllos que dicen que los líderes de la Iglesia dedican mucho tiempo a los «temas pélvicos», ocultando, ellos argumentan, el mensaje evangélico de cuidar de los pobres.
«Como obispo que he servido durante 30 años en tres diócesis, la Iglesia ha gastado mucho más dinero, tiempo y personal en la educación de los menos privilegiados que en programas relacionados con el sexo», dijo.
«Y no es que los críticos no sepan esto. Muchos no quieren saberlo porque interfiere con sus historias sobre sexualidad reprimida, y una institución anclada en el pasado que niega el cuerpo».
Enseñanza firme desde los primeros tiempos de la Iglesia
Las enseñanzas de la Iglesia sobre la anticoncepción pueden retrotraerse a los primeros tiempos del cristianismo, particularmente a la Roma antigua, donde los cristianos enfatizaron la defensa de la dignidad humana.
Citando la obra de Kyle Harper, rector de la universidad de Oklahoma y experto en Historia de Roma, el arzobispo afirmó que los romanos «asumían que el sexo sólo era sexo, un instinto más entre otros» y que las prostitutas y los esclavos eran «válvulas de escape» para satisfacer dicho instinto. Pero fueron los primeros cristianos los que «acogieron cada nueva vida como algo sagrado y como una bendición» enseñando que cada persona fue creada a imagen y semejanza de Dios, explicó.
Los cristianos enseñaban también que Dios dio a todas las personas el libre albedrío para actuar de acuerdo a sus mandamientos o contra ellos, dijo él, citando de nuevo a Harper.
«El cristianismo encaja el concepto de libre albedrío en la cultura humana por primera vez. La moral sexual cristiana era una parte importante de cómo se comprendía el libre albedrío. El cuerpo 'era un espacio consagrado' en el que nosotros podíamos rechazar o elegir a Dios», dijo.
Como resultado, los cristianos empezaron a demandar «cuidados para las personas vulnerables» denunciando la esclavitud y apoyando las necesidades de los pobres, y esta preocupación incluía la oposición a la anticoncepción.
Los anglicanos cambiaron la enseñanza de siempre
El arzobispo Chaput afirmó que dicha oposición, común para todos los cristianos, continuó hasta la Conferencia de Obispos Anglicanos en Lambeth en 1930, en donde se determinó que mientras que el método preferido para evitar el embarazo debería ser la abstinencia sexual, otros métodos podrían ser usados para prevenirlo en tanto que respetasen los principios cristianos.
«Su pequeño cambio se convirtió gradualmente en un giro total sobre el tema de la anticoncepción. Otros cristianos siguieron el ejemplo».
«Esto deja hoy a la Iglesia Católica casi sola como un cuerpo de creyentes cristianos cuyos líderes aún mantienen la enseñanza histórica cristiana sobre la anticoncepción», él continuó. «La Iglesia puede parecer, por tanto, obstinada y desconectada de la realidad por no ajustar sus creencias a las de la cultura prevalente. Pero ella simplemente permanece fiel a la fe que recibió de los Apóstoles y que es innegociable.»
Desde entonces, dijo el arzobispo Chaput, «la sociedad desarrollada se ha alejado mucho de la fe y de la moral cristianas, sin desprenderse absolutamente de ellas.»
Se hace eco de las palabras del escritor G.K. Chesterton, quien aseguraba que la sociedad está rodeada de «fragmentos de ideas cristianas sacadas de su contexto original y usadas en formas nuevas y extrañas. La dignidad y los derechos humanos son todavía conceptos populares, simplemente no preguntes cuáles son sus fundamentos o si los derechos humanos tienen algún contenido firme más allá de un sentimiento o una preferencia personal.»
«Nuestra cultura no está volviendo al paganismo del pasado. Está creando una nueva religión para reemplazar al cristianismo. De esta manera vemos cómo las nuevas costumbres sexuales son parte de este gran cambio.»
Los conflictos morales que la sociedad afronta, tales como las familias rotas, el desarrollo social y la «confusión de género», se originan «en nuestras actitudes desordenadas hacia la creación y nuestro apetito por dominar, dar nueva forma e incluso deformar la naturaleza a nuestro antojo. Queremos la libertad de decidir lo que es la realidad. E insistimos en tener el poder para hacerlo así.»
Tal pensamiento se manifiesta en los esfuerzos por dominar las limitaciones del cuerpo humano y «atacar el corazón de nuestra humanidad» añadió el arzobispo.
El beato Pablo VI explica que «el matrimonio no es sólo una convención social que hemos heredado, sino el designio de Dios mismo. Las parejas cristianas están llamadas a aceptar los sacrificios que el designio divino requiere para que así puedan disfrutar de la felicidad que les ofrece. Esto significa que mientras que los esposos pueden beneficiarse de los periodos de infertilidad natural para regular el nacimiento de sus hijos, no pueden activamente intervenir para impedir la fertilidad que es natural en el amor sexual.»
Debido a que la enseñanza de la Iglesia no se seguían a menudo antes de esta encíclica, el arzobispo Chaput dijo que el beato Pablo hizo cuatro predicciones si esta tendencia continuaba: la infidelidad generalizada y el relajamiento general de la moralidad; la falta de respeto por las mujeres que se convierten en instrumento del placer egoísta más que en amadas compañeras; las políticas públicas que proponen e implementan el control de la natalidad como una forma de política poblacional; y los seres humanos que piensan que tienen dominio ilimitado sobre sus propios cuerpos, convirtiendo a la persona en un objeto de su propio poder invasivo.
No rendirnos
«Medio siglo después de 'Humanae Vitae' la Iglesia en los EEUU está en un momento difícil pero muy prometedor» dijo el arzobispo. «Difícil porque el lenguaje de la sabiduría moral católica es ajeno a mucha gente joven, que a menudo abandona la Iglesia sin haberla conocido realmente. Prometedor porque los más despiertos entre estos mismos jóvenes quieren algo mejor y más duradero que el vacío y el ruido que ellos tienen ahora.»
«Nuestra misión ahora al igual que siempre consiste en no rendirnos al mundo tal como es, sino alimentar y ennoblecer sus más profundos deseos y, por lo tanto, llevarlo hacia Jesucristo y su verdadera libertad y alegría».
Traducido por Ana María Rodríguez para InfoCatólica