(Vatican News) Durante el breve encuentro con sus hermanos en el episcopado, el Santo Padre dirigió unas palabras de afecto a Mons. Bernardino Piñera Carvallo, prelado chileno que este año cumplirá 60 años de obispo siendo así el obispo «más anciano del mundo y que ha vivido cuatro sesiones del Concilio Vaticano II: una hermosa memoria viviente», dijo el Papa.
La paternidad del Obispo con su presbiterio
Recordando la visita ad limina de los obispos chilenos en Roma, hace menos de un año, el Pontífice hizo hincapié en la importancia de la paternidad que deben cultivar con su presbiterio, «estar cerca de los consagrados y presbíteros porque si el pastor anda disperso, las ovejas también se dispersarán y quedarán al alcance de cualquier lobo».
«Una paternidad que no es ni paternalismo ni abuso de autoridad sino un don a pedir», afirmó Francisco animando a los prelados a «estar cerca de sus curas al estilo de san José».
La conciencia de ser parte del Pueblo de Dios
Por otra parte, el Pontifice puso en guardia sobre uno de los problemas que enfrentan nuestras sociedades actuales: el sentimiento de orfandad, «un sentir «postmoderno» de que no pertenecen a nadie y que también puede afectar al clero que olvida que es parte del santo Pueblo fiel de Dios y que la Iglesia no es ni será nunca de una élite de consagrados, sacerdotes u obispos».
«Esta falta de conciencia de pertenecer al Pueblo de Dios como servidores, y no como dueños, nos puede llevar a una de las tentaciones que más daño le hacen al dinamismo misionero que estamos llamados a impulsar: el clericalismo, que resulta una caricatura de la vocación recibida», señaló el Papa, «ya que no podemos sostener nuestra vida, nuestra vocación o ministerio sin esta conciencia de ser Pueblo».
Los laicos no son nuestros peones ni empleados
Por otro lado, el Santo Padre evidenció cómo la falta de conciencia de que la misión cristiana «es de toda la Iglesia y no del cura o del obispo», limita nuestro horizonte, y lo que es peor, «coarta todas las iniciativas que el Espíritu puede estar impulsando en medio nuestro».
«Digámoslo claro: los laicos no son nuestros peones, ni nuestros empleados. No tienen que repetir como «loros» lo que decimos», manifestó Francisco, resaltando que el clericalismo, «lejos de impulsar los distintos aportes y propuestas, poco a poco va apagando el fuego profético que la Iglesia toda está llamada a testimoniar en el corazón de sus pueblos. El clericalismo se olvida de que la visibilidad y la sacramentalidad de la Iglesia pertenece a todo el Pueblo de Dios (cf. Lumen gentium, 9-14) y no sólo a unos pocos elegidos e iluminados».
No al clericalismo y al mundo ideal esquemático
De igual modo, el Sucesor de Pedro confesó su preocupación por la formación de los seminaristas y pidió a los obispos chilenos que por favor «velen contra la tentación del clericalismo, especialmente en los seminarios y en todo el proceso formativo», ya que estos últimos deben poner el énfasis en que los futuros sacerdotes «sean capaces de servir al santo Pueblo fiel de Dios, reconociendo la diversidad de culturas y renunciando a la tentación de cualquier forma de clericalismo».
«El sacerdote es ministro de Jesucristo: protagonista que se hace presente en todo el Pueblo de Dios. Los sacerdotes del mañana deben formarse mirando al mañana», destacó el Santo Padre, reiterando que «su ministerio se desarrollará en un mundo secularizado», y por lo tanto, «nos exige a nosotros pastores discernir cómo prepararlos para desarrollar su misión en ese escenario concreto y no en nuestros mundos o estados ideales». «No al clericalismo y a mundos ideales que sólo entran en nuestros esquemas pero que no tocan la vida de nadie», manifestó Francisco.
El don de trabajar por una opción misionera
Finalmente, el Papa instó a los presentes a no tener miedo a despojarse de lo que nos aparta del mandato misionero y animó a sus hermanos «a pedir al Espíritu Santo el don de soñar y trabajar por una opción misionera y profética que sea capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se conviertan en un cauce adecuado para la evangelización de Chile más que para una autopreservación eclesiástica», y todo ello encomendándose siempre «a la protección maternal de María, Madre del pueblo chileno».