(CNA/InfoCatólica) Las víctimas de la mortífera guerra contra las drogas de Filipinas merecen ser recordadas, dijeron los seminaristas católicos mientras reafirmaban la necesidad de una verdadera paz y unidad.
«Nosotros, seminaristas del Seminario de San José, no olvidaremos las muertes despiadadas y sin sentido provocadas por esta campaña contra las drogas», dijeron los estudiantes del seminario de Quezon City.
«No olvidaremos el flagrante desprecio por la dignidad de la vida y la violación de los derechos humanos. No olvidaremos la violencia y la falta de debido proceso. No olvidaremos el mal que nos ha sobrevenido», continuó su mensaje, publicado el 2 de noviembre para el Día de Todos los Santos.
«En este día para recordar a nuestros amados difuntos, recordaremos también a las víctimas de esta masacre. Recordaremos a sus familias y a quienes se han visto afectadas por esta guerra, especialmente los pobres», dijeron los seminaristas.
La campaña contra las drogas de Duterte
El presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, hizo campaña con la promesa de asesinar a los involucrados en el tráfico de drogas. Después de que fue elegido en mayo de 2016, lanzó rápidamente una ofensiva violenta contra presuntos traficantes de drogas y consumidores. Los agentes de policía y los vigilantes habían asesinado a más de 7.000 personas sospechosas de tráfico de drogas entre julio de 2016 y enero de 2017, según las cifras proporcionadas por la propia Policía Nacional de Filipinas.
Grupos como el Centro Filipino de Periodismo de Investigación denuncian que en los últimos meses las autoridades han dejado de proporcionar estadísticas transparentes, por lo que meses más recientes carecen de transparencia.
Amnistía Internacional ha informado que a los agentes de policía se les paga clandestinamente por encontrarse con narcotraficantes en encuentros que terminan en la muerte de los delincuentes. La policía también comparte listas de sospechosos con vigilantes.
El mensaje de los seminaristas citaba la famosa meditación en prosa del escritor inglés John Donne:
«Ningún hombre es una isla entera por sí mismo. Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo. Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia».
«En este día, recordaremos nuestra identidad: un pueblo bajo una nación, una comunidad basada en el celo por la libertad, la justicia y la equidad, y una familia bajo un objetivo común, el bien de todos», dijeron.
Los seminaristas se volvieron a comprometer a defender la enseñanza de la Iglesia sobre la santidad de la vida, el perdón, la justicia y la «verdadera paz».