(Fides) Cristianos educadores, activistas, abogados, periodistas, teólogos, filósofos y académicos denuncian la situación:
«Nosotros como cristianos indios, estamos preocupados por el cambio que vemos en nuestro país que, de democracia pluralista, se está convirtiendo casi en una especie de reino dominado por una ideología hindú. Parece existir un diseño sistemático para socavar la constitución democrática. Las instituciones a menudo parecen flanquear a los grupos radicales. Los que son víctimas se convierten en acusados, los procesos judiciales son controlados y prevalece una narración basada en en la propia identidad religiosa y de casta. Los medios parecen silenciosos, autocensurados, forzados por el Estado o impulsados por intereses empresariales. Estamos asistiendo a una erosión de los principios del país, como la libertad y la igualdad, mientras se afirma una nueva cultura coercitiva que destruye a la sociedad».
El nacimiento espontáneo en muchas ciudades del movimiento público #NotInMyName muestra «el sentimiento común indio contra la ideología del odio» e invita a todos a no permanecer en silencio, se afirma en el texto, mientras la sociedad sigue bajo shock por el reciente asesinato del periodista Gauri Lankesh, un gran crítico de la política nacionalista hindú.
La carta señala «el doble carril que sigue el gobierno»: por un lado dice estar en primera fila en lo que respecta al desafío global del terrorismo internacional, pero por otro «minimiza el impacto de los movimientos nacionalistas y violentos que atacan sobre todo a los débiles y a los marginados. De hecho, las víctimas, son sobre todo dalit, tribales y minorías religiosas».
El número de actos violentos sólo contra los cristianos, en los últimos tres años (2014-2016) – señala el texto – asciende a 600, mientras «crecen el boicot y la discriminación social que inciden sobre el derecho a la vida, al alimento y al sustento». El National Crime Records Bureau ha documentado 47.064 actos de violencia contra los dalits en el 2014, mientras la violencia contra los musulmanes ha alcanzado un pico alarmante.
La carta señala con preocupación que «el odio también es propagado por parte de los diputados del Parlamento y a veces por los mismos ministros del gobierno, que representan el marco institucional de esta violencia». «Es inevitable, quizás de forma deliberada, que tales cuestiones distraigan la atención de los problemas reales de la gente y de las políticas económicas que inciden negativamente en los trabajadores, agricultores y jóvenes». Según los autores de la carta, «la política actual va contra todo principio fundamental humano y constitucional de igualdad y dignidad y no preserva el bien común».
Los redactores de la carta recuerdan que «la comunidad cristiana posee un legado digno de elogio en lo que respecta a la tradición profética, la defensa de la justicia, de los derechos humanos, de los oprimidos y de los marginados y, por tanto, está llamada a defender abiertamente la verdad, y a protestar contra las violaciones de estos principios».
«Los cristianos son la sal de la tierra... ¿o se han vuelto tibios?» se lee en el texto. «Las iglesias deben actuar antes de que sea demasiado tarde. Como ciudadanos y como cristianos, es tiempo de estar del lado de las víctimas para ser la voz de los pobres y de los marginados; es tiempo de colaborar con la sociedad civil para difundir la verdad; es tiempo de retomar iniciativas para prevenir una ulterior erosión de nuestros valores humanos y constitucionales. Por ello invitamos humildemente a todos los líderes cristianos y jefes de las iglesias a reflexionar y dirigir la comunidad cristiana en la India por el camino de la verdad, del amor y de la justicia», concluye la carta.