(Zenit) En su homilía en Santo Padre recordó que en Cartagena de Indias, gracias a san Pedro Clavel y otros hijos de la ciudad, nació la inquietud de defender a los oprimidos, en particular a los esclavos.
También a tomar la iniciativa para perdonar al hermano que nos ofendió. Y señaló que «en estos días escuché muchos testimonios de personas que perdonaron a quienes les causaron heridas terribles, dando un primer paso en un camino distinto del ya recorrido».
«Estoy seguro de que hoy rezamos juntos por el rescate de aquellos que estuvieron errados y no por su destrucción, por la justicia y no la venganza, por la reparación en la verdad y no el olvido», dijo. Sabiendo que cada uno tiene que dar un paso más allá del de un tratado firmado.
Recordó «el drama lacerante de la droga» en «la devastación de los recursos naturales», en «la tragedia de la explotación laboral»; en «el blanqueo ilícito de dinero así como en la especulación financiera», en la prostitución que cada día cosecha víctimas inocentes, sobre todo entre los más jóvenes, robándoles el futuro»; «en la abominable trata de seres humanos», en «los delitos y abusos contra los menores», en «la esclavitud que todavía difunde su horror en muchas partes del mundo», en «la tragedia frecuentemente desatendida de los emigrantes con los que se especula indignamente en la ilegalidad».
Y pidió ayudar a «desatar los nudos de la violencia», y así «desenredaremos la compleja madeja de los desencuentros». Sabiendo que Jesús «es capaz de desatar aquello que para nosotros pareciera imposible», que «Él ha prometido acompañarnos hasta el fin de los tiempos, Él no dejará estéril tanto esfuerzo».
Homilía, texto completo (Zenit)