(ACI Prensa) El Señor nos ha elegido para ser su propio pueblo, subrayó el Papa, «se ha comprometido con nosotros para acompañarnos en el camino de la vida», ha entregado su Hijo, «y la vida de su Hijo por nuestro amor». «En el corazón de Jesús nos da la gracia de celebrar con alegría los grandes misterios de nuestra salvación, de su amor por nosotros», celebrando así «nuestra fe».
El Papa insistió en dos conceptos «elección» y «pequeñez». Respecto a la primera, señaló que «no somos nosotros los que le hemos elegido a Él», sino que ha sido Dios quien se ha hecho «prisionero de nosotros».
Dios «se ha vinculado a nuestra vida con un vínculo que no puede romperse. ¡Ha jugado fuerte! Y permanece fiel a ese compromiso. Hemos sido elegidos por amor y esa es nuestra identidad».
Elegidos, esencia del Evangelio
El Pontífice advirtió contra la tentación de decir: «He elegido esta religión, yo la he elegido…». «No, tú no has elegido. Es Él quien te ha elegido a ti, quien te ha llamado y se ha entregado. Y esa es nuestra fe. Si no creemos en eso, no entendemos nada del mensaje de Cristo, no entendemos el Evangelio».
En cuanto a la «pequeñez», el Papa afirmó que Dios «se ha enamorado de nuestra pequeñez, y por eso nos ha elegido. Él elige a los pequeños, no a los grandes, sino a los pequeños. Él se revela a los pequeños: ‘Has escondido estas cosas a los sabios y a los doctores y se las has revelado a los pequeños’. Si quieres conocer algo del misterio de Jesús, abájate. Hazte pequeño. Reconoce que no eres nada»,
Francisco insistió en que Dios «no sólo escoge y se revela a los pequeños, sino que llama a los pequeños: ‘Venid a mí, vosotros que estás cansados y agobiados, yo os daré el descanso’. Vosotros que sois los pequeños, por el sufrimiento, por el agotamiento…, Él os escoge, escoge a los pequeños, se revela a los pequeños y llama a los pequeños».
Entonces, se preguntó, «¿A los grandes no los llama?». El Papa explicó que «su corazón está abierto, pero los grandes no se arriesgan a escuchar su voz porque están llenos de sí mismos. Para escuchar la voz del Señor es necesario hacerse pequeños».
Es de ese modo como se descubre el corazón de Cristo, «el corazón de la revelación, el corazón de nuestra fe porque Él se ha hecho pequeños, ha elegido ese camino». El camino de humillarse y empequeñecerse «hasta la muerte» en la Cruz. El corazón de Cristo «es un corazón que ama, que elige, que es fiel, que se vincula a nosotros, que se revela a los pequeños, que llama a los pequeños y que se hace pequeño».
«El problema de la fe es el núcleo de nuestra vida: podemos ser muy virtuosos, más virtuosos que cualquier otro, pero con poca fe. Debemos comenzar de ahí, del misterio de Jesucristo que nos ha salvado con su fidelidad», concluyó.