(CH/InfoCatólica) El cardenal Robert Sarah, Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, ha dicho que los homosexuales están llamados a vivir en castidad, y que «los degradamos si pensamos que no pueden alcanzar esta virtud».
Describiendo la castidad como «una virtud para todos los discípulos», el Prefecto explicó que los sacerdotes privan a los homosexuales de la plenitud del Evangelio si no los llaman a vivir castamente.
En un prólogo al libro titulado «Why I Don’t Call Myself Gay» (Por qué yo no me llamo a mi mismo gay) de Daniel Mattson, el cardenal escribe: «Omitir las» duras enseñanzas «de Cristo y su Iglesia no es caridad. De hecho, es un mal servicio para el Señor y para aquellos creados a Su imagen y semejanza y han sido redimidos por su Preciosa Sangre».
«No podemos pretender ser más compasivos o misericordiosos que Jesús, quien le dijo a la mujer sorprendida en adulterio dos mensajes igualmente importantes: “Ni yo te condeno” y “Ve y no vuelvas a pecar” (Jn 8,11)».
El cardenal dijo que estaba profundamente conmovido por los testimonios de católicos gays en una conferencia en la Pontificia Universidad de Santo Tomás en Roma dos días antes de la apertura del Sínodo de la familia.
«Vine a aprender cómo sufrieron estas cuatro almas, a veces debido a circunstancias fuera de su control, y a veces a causa de sus propias decisiones».
«Sentí la soledad, el dolor y la infelicidad que soportaron como resultado de perseguir una vida contraria a la verdadera identidad de los hijos de Dios», escribió.
«Solo cuando vivieron de acuerdo con la enseñanza de Cristo fueron capaces de encontrar la paz y la alegría que habían estado buscando».
Exhortó a los obispos y sacerdotes a leer el libro de Mattson para que puedan «profundizar su convicción de que la sabiduría de la Iglesia en esta difícil y sensible área expresa un verdadero amor y una genuina compasión».
«Sólo la Iglesia tiene las respuestas a las preguntas más profundas del hombre y a las necesidades más profundas sobre el amor y amistad», concluye el cardenal.