(Sevilla ABC/InfoCatólica) Mientras la procesión del Corpus salía por la puerta de San Miguel, comenzaba en el Altar del Jubileo de la Catedral la misa estacional presidida por el arzobispo de Sevilla, monseñor Juan José Asenjo, y concelebrada por los sacerdotes de la diócesis.
El prelado, en su homilía, repasó los orígenes de esta solemnidad, «que se remontan al corazón del siglo XIII», aludiendo a que «las ciudades de Lieja y Bolsena fueron las primeras en celebrarla». De esta forma, explicó que «el Papa Urbano IV, en 1264, buscaba con ello reafirmar la fe del pueblo de Dios en Jesucristo realmente presente en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía».
Aspectos esenciales en el misterio eucarístico
Monseñor Asenjo llamó a los fieles a «no olvidar» que en el misterio eucarístico hay dos aspectos esenciales: «la celebración de la santa misa y la adoración al Santísimo una vez que ésta concluye». De esta forma, indicó que «una interpretación sesgada del Concilio Vaticano II había reducido en la práctica la Eucaristía al momento de su celebración». De esta forma, el arzobispo considera que no hay que «absolutizar» la misa y que «los fieles han reducido su relación con el Señor al momento de la santa misa, olvidando su presencia constante en los sagrarios de nuestros templos, junto a nuestras casas, como «corazón palpitante» de nuestra parroquia y de nuestro barrio, como alguien con quien queremos convivir permanentemente, contando con su presencia, aceptándole en el devenir de nuestras vidas como un vecino importante, conocido y querido, cuya presencia es una riqueza para todos».
Necesidad de recuperar la genuflexión
En su búsqueda por darle mayor relevancia a la adoración al Santísimo, citó una anécdota de San Pascual y aludió a «la importancia de las actitudes externas, la genuflexión, la postración de rodillas en señal de respeto y veneración, actitudes que en tantos lugares se han perdido y que sería necesario recuperar».
Por ello, en su intervención en la eucaristía del día del Corpus afirmó que «la comunión sacramental puede llegar a ser un gesto superficial» si no se produce ese encuentro con el Señor: «El verdadero amor y la verdadera amistad son siempre fruto de esta reciprocidad de miradas, de coloquios serenos, de silencios intensos y elocuentes, llenos de respeto y veneración, que hacen del encuentro algo profundo y personal».