(AciStampa/InfoCatólica) El Cardenal Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe respondió a Mons. Rino Fisichella, Presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización. El prelado italiano le preguntó qué se puede esperar del papado en una era en que los Papas ocupan las portadas de los medios de comunicación. Müller dijo «Me ha impactado que algunos grandes 'enemigos' de Juan Pablo II y de Benedicto XVI, que han minado los fundamentos de la teología en otros períodos, ahora se hayan convertido a una forma de papismo que me da un poco de miedo. Volvemos a las discusiones del Concilio Vaticano I, con la idea de que casi todas las palabras del papa sean infalibles».
«Pero», añadió el purpurado alemán, «el Papa no es el Mesías, es el Vicario de Jesucristo, el siervo de Jesucristo. Los medios de comunicación ven al Papa como un personaje, pero el papa Francisco recuerda siempre su deber de confirmar en la fe. En los primeros días de su pontificado, el papa Francisco, cuando le aplaudían en la plaza, decía: Aplaudid a Jesús, no a mí. Y esta es la sana perspectiva del papado».
En ese sentido, Müller advirtió que «no está bien que la gente, leyendo cualquier cosa sobre el papa Francisco, vaya al obispo o al párroco diciendo: el Papa ha dicho... Porque el pastor de la parroquia es el párroco, y el obispo en la diócesis, en la comunión visible con el Papa. No se debe concentrar todo en el Papa, porque el obispo y el párroco son pastores del rebaño. No se debe caer en un cierto papismo».
Y concluye: «Los verdaderos amigos del Papa no son los aduladores, sino aquellos que colaboran con él y con los obispos para sostener la fe. Ciertamente, los medios de comunicación han cambiado mucho las cosas, pero lo importante es vivir concretamente la Iglesia particular en unión con el Papa».
Concilio Vaticano I, Constitución dogmática Pastor Aeternus
Así el Espíritu Santo fue prometido a los sucesores de Pedro, no de manera que ellos pudieran, por revelación suya, dar a conocer alguna nueva doctrina, sino que, por asistencia suya, ellos pudieran guardar santamente y exponer fielmente la revelación transmitida por los Apóstoles, es decir, el depósito de la fe.
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El Romano Pontífice, cuando habla ex cathedra, esto es, cuando en el ejercicio de su oficio de pastor y maestro de todos los cristianos, en virtud de su suprema autoridad apostólica, define una doctrina de fe o costumbres como que debe ser sostenida por toda la Iglesia, posee, por la asistencia divina que le fue prometida en el bienaventurado Pedro, aquella infalibilidad de la que el divino Redentor quiso que gozara su Iglesia en la definición de la doctrina de fe y costumbres. Por esto, dichas definiciones del Romano Pontífice son en sí mismas, y no por el consentimiento de la Iglesia, irreformables.