(Portaluz/InfoCatólica) Siendo médico, Vinicio Arrieta Alvarado sabía que su repentina pérdida de peso y aquellos frecuentes síntomas urinarios advertían que algo no bueno ocurría con su cuerpo. Transcurría el mes de febrero del año 1989 y tras varias visitas a médicos y exámenes el diagnóstico era categórico: padecía un cáncer a la próstata con metástasis en la columna.
Los médicos que le trataban fueron honestos con su colega Arrieta, quien había sido director de la Escuela de Medicina en la Universidad del Zulia (Maracaibo, Venezuela). Y Arrieta fue un buen paciente, aun sabiendo que el ciclo de quimioterapias indicado, era un trámite de rigor, para intentar frenar solamente el avanzado deterioro que le provocaba la enfermedad.
Pero el 12 de mayo de ese año comenzaría a vivir una privilegiada experiencia con la Santísima Virgen María.
En Venezuela desde hacía algunos años se escuchaba decir de ciertos prodigios marianos que ocurrían en una finca, llamada Betania, localizada a unos pocos kilómetros de Cúa, ciudad del estado Miranda, al norte del país. Allí se alzaba un pequeño Santuario a «Nuestra Señora Reconciliadora de Todos los Pueblos», que recibía peregrinos según lo había aprobado el 21 de noviembre de 1987 el obispo de Los Teques Pío Bello Ricardo.
Vinicio Arrieta era un creyente, sí, pero algo escéptico respecto de milagros y apariciones. Prefería entregarse espiritualmente a la voluntad de Dios. De hecho ya había terminado el último ciclo de quimioterapia y se sentía muy débil. Pero su prima, Teresita Andrade insistió en que le acompañase al lugar. Como para convencerle le contó que la visita sería el día 13 de mayo, festividad de la Virgen de Fátima y que el retiro lo dirigía una amiga mutua, Judith de Ramírez.
La razón se resistía
«Toda la familia insistió y me embarqué en la peregrinación», recuerda el propio doctor Vinicio Arrieta, en el libro «Encuentro con la Virgen María en Betania» cuyo extracto es fuente de este artículo.
Nada más partir a las 6:00 a.m. Judith comenzó a orar y mentalmente Vinicio se resistía… «Esta buena mujer nos llevará 12 horas rezando sin descanso, paciencia. Tengo tanto malestar, náuseas, sudoración y debilidad por la segunda quimioterapia de hace una semana, que no voy a soportar este viaje», pensaba.
Al atardecer llegaron al Santuario y lo primero fue ir a saludar a la Virgen en la gruta. El recorrido hasta la gruta y la cascada dio sosiego momentáneo al cuerpo y mente del doctor. Pero cuando tras algunos minutos Judith dio por iniciada la vigilia y ayuno que finalizaría a las siete de la mañana del día siguiente Vinicio se sintió mal. Sudaba, tenía escalofríos y algo inquieto se recostó a descansar sobre una colchoneta. «Una fina lluvia comenzó a caer. Judith dijo:“Esas son gracias actuales de la Virgen”. Cartesianamente le respondí: “Por favor, déjate de beaterías, estamos en zona montañosa y ese es un fenómeno muy natural”»
Se abandona a la voluntad de Dios
Luego participó de la Eucaristía y ya durante la Homilía iniciaban las primeras horas del día 13 de mayo, fiesta de la Virgen de Fátima. La lluvia arreciaba, Vinicio se abandonó a la oración y se quedó dormido… el canto «Vive Jesús, el Señor» que coreaban voces jóvenes lo despertó. El médico, sentía la mordida del cáncer, sudaba y temblaba, oraba y se dormía a ratos, agotado.
A las cinco de la mañana nuevamente se despertó escuchando el mismo canto y aunque su cuerpo estaba abatido pudo sentir una presencia espiritual que lo hizo llorar y movió su alma. «Una plegaria emergió de los más íntimo, profundo y sentido de mi ser: Señor, aquí me tienes como Pablo de Tarso, tumbado del caballo de mi orgullo, de mi vanidad, del ejercicio de la profesión. No he matado ni perseguido cristianos como Pablo… pero sí me he convertido en tibio, mediatizado de fervor indolente y no comunicativo de la gracia […]. Señor, dame más tiempo para dejar a mis hijos menores, Vinicio y Julio, estudiando alguna profesión de la que puedan valerse por sí mismos. Señor, dame ese tiempo para ellos, para mi familia, no para mí. Tú sabes que acepto tu voluntad». Después de esa plegaria de misericordia oré dando gracias rezando el Padrenuestro, invocación al Espíritu Santo, Avemaría, Credo y Gloria».
María, llena de Gracia y Consuelo
A las 6:00 a.m. todos los peregrinos de Maracaibo, fueron a la gruta para cantar y orar el rosario a la Virgen. Al finalizar, sorprendido, Vinicio cuenta cómo dos niños del grupo decían a viva voz que al frente de ellos, entre los árboles, sobre la gruta, ¡estaba la Virgen! «Me aferro entonces a mi esposa y exclamo: «Virgencita, por los méritos de esta santa mujer yo necesito verte». Y la silueta de la Virgen de Fátima se apareció entre los árboles, toda de blanco y de luz resplandecientes. Señorial, bella e imponente de dulzura. Intenso frío y luego calor recorrió y estremeció todo mi cuerpo. Le dije a Elena, muy quedo: «Mi amor, me voy a curar, lo sentí en mi interior; no sé cuándo, pero me voy a curar». El tiempo de la aparición de la Virgen de Fátima fue breve, quizá menos de un minuto. «Quedé lleno de fe, firme en mi curación, de caluroso bienestar, sosiego y tranquilidad».
A las 8:20 de la mañana cuenta el médico que él y muchos peregrinos fueron sorprendidos por la muchedumbre que alertaba de mirar hacia el sol… Pero el médico Venezolano, aún traspasado de emoción por lo que había vivido, no fue el sol lo que nuevamente llamó su atención… «De pronto a la izquierda de la colina de la gruta y la cascada, más allá de la cumbre de los árboles, en cielo abierto y multicolor apareció la Santísima Virgen María… Exclamé: «¡Dios mío, estoy viendo a la Virgen María. Gracias, Dios mío!» Y caí bruscamente de rodillas […]. Lloré de alegría […].Todo pensamiento, la razón, la conciencia y el corazón se arrebataron del amor a María… Lleno de amor y felicidad pude hablarle: «Virgen Santa, dadme un signo para saber si debo ir a los médicos tratantes y decirles que estoy curado». La respuesta fue interior, en silencio: «Ora, ora y espera».
Para Gloria de Dios
Sin dudas de estar sano, el doctor recuerda haberse abrazado con su esposa Elena y participar luego de la eucaristía al mediodía celebrada por el obispo Pío Bello Ricardo. En las semanas posteriores los médicos y exámenes confirmaron la total sanación.
«El viernes, 18-05-89, fui al laboratorio del Medicina Nuclear del Dr. Vinicio Paz en el Hospital Clínico, quien había hecho la prueba anterior y le solicité tomara muestra de sangre para nueva prueba. Su respuesta fue: «No te corresponde porque apenas estás iniciando el tratamiento». Le dije: «Fui a Betania, vi a la Virgen María y estoy curado». Me miró en forma como si hubiese perdido la razón pero extrajo la muestra de sangre. El sábado 19-05-89 a las 3:00 p.m. llamó a mi casa y habló con Elena. En ese momento iba llegando…. Oigo que todos en mi hogar exultaban de alegría, exclamando: «El milagro de la Virgen, el milagro de la Virgen». Hablé con el Dr. Vinicio Paz, había practicado la prueba dos veces y los resultados fueron: No detectable. Le pregunté: «¿Tú crees que con 2 quimioterapias y 10 sesiones de radioterapias en la columna pueden eliminar por completo todas las células malignas de forma tal que desaparezca la reacción inmunológica?» Respondió: «Pudo más tu religión que la ciencia».
El 22-05-89 me realizaron Tomografía Computada de Columna con el resultado siguiente: A nivel de T12 se identifica nuevamente imagen de 1.3 cm. En su eje longitudinal por 1.2, en su eje transversal con esclerosis reactiva, prominente en cuerpo vertebral adyacente, en región para-media izquierda con extensión al pedículo de porción proximal. Evaluación de Pelvis: próstata de tamaño normal, de aspecto homogéneo con buena delimitación de plano vesical son signos de alteración de espacio retrovesical o de fosas isquia rectales. El resultado del Ecograma fue así: La próstata mide aproximadamente 3.7 x 3.5 cm. Presenta dos diminutas calcificaciones centrales y leve irregularidad en cara anterior, la textura glandular es homogénea con escasa protrusión a piso vesical. Solicité opinión al Dr. Eduardo Mora. «¿Cómo ves las metástasis de columna?» Me preguntó: «¿Profesor, qué se hizo? Tiene esclerosis (cicatrización) como de 3 meses de curada». Respondí: «Eduardo, fui a Betania, vi a la Virgen María y estoy curado».
Antes de hacer público su caso este profesional de la salud dejó transcurrir cuatro años período en el cual repitió los exámenes que confirmaron la gracia de Dios. Pidió sólo algunos años más de vida para poder ayudar a sus hijos y Dios cumplió. También lo hizo el doctor Vinicio Arrieta Alvarado dando testimonio, que finaliza con la siguiente declaración…
«Afirmo, libre y diáfanamente, que me he encontrado personalmente con la Virgen María Reconciliadora, que no anhelo otra cosa que ocupar tiempo, espacio, acción en ser agradable a la Virgen María y a Cristo Jesús, punto esencial, verdadero y central de nuestro pensar, sentir y hacer… Permanezco en paz conmigo mismo, con mi familia y con todos los hombres, mis hermanos. ¡Gloria a Dios!».