(El Español/InfoCatólica) «Es el momento de dejar de poner la luz en un cajón», afirma rotundamente Mustapha Susi haciendo alusión a un proverbio francés extraído del Evangelio de San Lucas. En definitiva, se refiere a «salir a la luz» y declarar voluntaria y públicamente que es cristiano, algo que ha mantenido oculto para no ser estigmatizado.
Reproducimos por su interés el reportaje de investigación de Sonia Moreno y Antonio Sempere (fotógrafo).
«Soy 100 por cien marroquí, amo a mi país, a mi rey, a nuestro pueblo, pero soy cristiano», afirma Mustapha Susi en un entrevista con "El Español". Sí, tiene nombre musulmán, y considera una «tontería» cambiárselo porque «aparece en la Biblia, como Ali, Abdulah o Mohamed; éste existía antes de que el Profeta naciera». De hecho sus hijos se llaman Ousama y Nada. De todos modos, aunque quisiera usar un nombre bíblico no podría en Marruecos, donde están prohibidos.
Susi es señalado en su ciudad, Taroudant (a 80 kilómetros de Agadir) y arrinconado en su trabajo por convertirse al cristianismo y, sobre todo, por confesarlo públicamente. Discriminación que también sufre su familia. Su mujer y sus hijos se vieron obligados a trasladarse a vivir a 600 kilómetros para que «en el colegio dejaran de molestar y discriminar a mis niños». A pesar de ello, Mustapha quiere ir con la verdad por delante y desde hace tres meses confiesa abiertamente: «Soy cristiano». Inmediatamente aclara: «No vengo de la luna, tengo DNI marroquí, bebo té y visto con yilaba». Es decir, hace lo que cualquier marroquí, solo que tiene una religión diferente a la musulmana, algo que los marroquíes no «consideran normal y no aceptan».
El padre de Susi era el imán de Taroudant, una localidad «muy cerrada y religiosa» al sur de Marruecos. «La mayoría de los cristianos se concentran en la región del sur, desde Marrakech a Dakhla, porque es la más islámica», explica Susi. Allí estudian el Corán «intensamente» y entonces «es más sencillo que encuentren contradicciones».
Conversión tras leer la Biblia
Su progenitor le obligó a seguir los estudios islámicos, pero una década después propuso a su grupo de la escuela coránica realizar un análisis bíblico. «No tenía las cosas claras y sentía que mi corazón estaba vacío», aunque sus compañeros creyeron que Susi realizaba un lectura comparativa del Corán y la Biblia «para encontrar las contradicciones» del texto cristiano. Siete años leyendo e interpretando la Biblia, y se cambió de religión.
«Pensaba que era el único cristiano en el país» cuando en 1994 se convirtió al cristianismo. Sin embargo, un año después recibió una invitación para asistir a una fiesta de Navidad en Agadir y allí se encontró con más de treinta marroquíes cristianos. Entonces pensó, «no estoy solo», y comenzó a establecer relaciones religiosas en todas las ciudades del país.
Rechazo familiar
Su familia le ha retirado la palabra, e incluso le ha pedido que se quite el apellido
«En Taroudant la gente lo sabía», pero la confesión de «viva voz» le ha apartado de la sociedad. Su familia «practicante y cerrada» le ha retirado la palabra, incluso «me han pedido que me quite el apellido». Su padre ha muerto y de los 7 hermanos que tiene, solo dos le hablan. «Únicamente para saludarme por la calle de lejos y de paso». En la comuna donde trabaja, una institución similar al ayuntamiento español, «me han quitado las carpetas y el trabajo, me han dejado solo en el despacho con una silla y una mesa».
Reuniones clandestinas
Las reuniones se celebran semanalmente en casas de clase media en las diferentes ciudades. Tras dos encuentros, el primero telefónico y el segundo en persona en Casablanca, Susi invita a EL ESPAÑOL a asistir a una reunión clandestina en Marrakech, en casa de Nadia y Fouad, nombres ficticios porque prefieren mantenerse en el anonimato. Esta pareja hace 25 años que es cristiana y ofrece su casa acomodada cada sábado por la tarde a «sus hermanos» para reunirse a rezar, a leer la Sagrada Escritura, interpretar y comentar los pasajes, y cantar. Todo en dariya, el árabe dialectal de Marruecos.
En una estantería del rincón del salón tradicional marroquí se amontonan varias biblias en árabe y una en inglés. Este Sábado de Gloria se las reparten para leer juntos el pasaje donde Jesús sube con la cruz a cuestas por el camino de Calvario para después ser crucificado.
Seis hombres y Nadia. Celebran la Semana Santa «escondidos porque no tenemos el derecho a compartir nuestra felicidad con otros cristianos en público». Dirige la ceremonia Rachid Imounan, el pastor de Agadir, que viajó para la ocasión, igual que Susi, pastor en Taroudant. Comparten té y aseguran que es «el momento de salir, de hablar». Rachid quiere «dar la cara y salir en la cámara», además, muestra en su móvil el sitio web Alakhbar Assara, que han puesto en marcha para difundir el cristianismo y donde predican la fe. Él mismo comenzó a conocer la religión cristiana a través del canal francés Montecarlo, que emite en onda media. Precisamente la radio y la televisión son las «responsables» de que cada día más marroquíes llamen a la puerta de los grupos de cristianos.
Número de marroquíes conversos
Es difícil dar un número exacto de marroquíes conversos porque «la mayoría se esconde por miedo», pero según las estimaciones de un estudio americano de 2014 habría entre 8.000 y 10.000 fieles. «Hay más, pero no lo dicen porque no es fácil en un país musulmán, donde te quedas sin trabajo y tu familia te repudia», explica Nadia. En lo que llevamos de año, a las reuniones cristianas de esta pareja se han unido cuatro nuevos conversos. Uno el estudiante y veinteañero Said, que confiesa «de momento no se lo he dicho a nadie, pero creo que con mis amigos no tendré problemas porque muchos de ellos son ateos».
un millón de cristianos conversos en Marruecos. Y recuerda cómo en 2010, las autoridades marroquíes expulsaron a todos los misioneros que vivían en Marruecos y «crearon una crisis en las iglesias del país». El 80% cerraron. Entonces los cristianos consideraron «necesario cambiar la estrategia de trabajo porque si un extranjero dirigía un grupo, la autoridad lo expulsaba y éste desaparecía». Es cuando los marroquíes comienzan a ponerse al frente de las comunidades que no pueden ser numerosas para no llamar la atención. En cada ciudad hay un pastor, que estudia la Biblia y teología por correspondencia. Es el caso de Susi, Rachid o Fouad, en Taroudant, Agadir y Marrakech.
Peticiones por las libertades individuales
En la reunión clandestina de Marrakech estaban parte de los miembros de la Coordinadora Nacional de Marroquíes Cristianos que se reunieron en Rabat con el secretario general del Consejo Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), Mohamed Sebbar, el 27 de marzo para solicitar sus libertades individuales. Las peticiones «son sencillas», enumera Susi; un matrimonio civil «porque en Marruecos solo te puedes casar por el rito musulmán», enterrarse en cementerios cristianos, libre elección de la asignatura de religión en el colegio «ya que solo puedes estudiar el islam», poner nombres bíblicos a nuestros hijos, y poder rezar en las iglesias para dejar «las congregaciones secretas» dado que la libertad de culto solo está garantizada para los extranjeros.
Acudieron a Rabat con la Constitución debajo del brazo. El artículo 161 recoge que el CNDH «es una institución nacional pluralista e independiente encargada de conocer todas las cuestiones relativas a la defensa y protección de los derechos humanos y de las libertades, de la garantía de su pleno ejercicio y de su promoción, así como de la preservación de la dignidad, de los derechos y de las libertades individuales y colectivas de las ciudadanas y de los ciudadanos y ello con estricto respeto de los referentes nacionales y universales».
Se sienten satisfechos porque «por primera vez nos escucharon» y les aseguraron que «harán todo el esfuerzo para que las peticiones lleguen al ministerio y que nos defenderá hasta que los cristianos marroquíes vean la libertad de verdad». Por si no fuera suficiente, el pasado jueves 13 de abril enviaron una carta al nuevo primer ministro, Saad-Edinne El Othmani, con las mismas peticiones que han defendido en el CNDH.
La radio y la televisión son las «responsables» de que cada día más marroquíes llamen a la puerta de los grupos de cristianos.
Estas primeras cinco demandas dependen del Gobierno pero hay otras que «tendremos que realizar nosotros con el tiempo», como la creación de una televisión o que «en las escuelas se imparta una asignatura específica de religión cristiana».
Susi considera que «Marruecos es un país un poco abierto en cuanto al Gobierno, que acepta bien mezclarse con otras religiones, pero el problema por el momento es la población que no entiende las ideas diferentes». Desde la Coordinadora consideran que para terminar con la situación de «discriminación y ocultismo», las asociaciones y políticos en contacto con la población civil «tienen que informar, hablar con los ciudadanos de que no solo hay musulmanes en Marruecos, también están los cristianos, los judíos, y otras religiones».
A pesar de la apertura, el artículo 220 del Código Penal castiga hasta con seis meses de prisión a «cualquiera que incite a un musulmán a flaquear en la fe y convertirse a otra religión», pero se aplica con frecuencia a los musulmanes que se convierten. Todavía se recuerda el caso de Mohamed Al Biladi, un cristiano arrestado en su pueblo y condenado a dos años y medio de cárcel en tan solo 48 horas. Es cierto que la presión internacional obligó al juez a dejarlo en libertad provisional durante el proceso.
En el documento La vida de los ulemas, presentado este año por el consejo de autoridades islámicas, se propone que la apostasía de la religión islámica sólo debería castigarse con la muerte en contextos que implicasen «alta traición a la nación», un «pasarse al enemigo con revelación de secretos», lo que las leyes internacionales recogen como traición. Una reinterpretación de una ley que evita que se castigue el cambio de religión con la pena de muerte.
Efectivamente, todos los conversos coinciden en que «antes era más difícil», que «hay un tiempo para cada cosa« y parece que el 2017 es el año en que saldrán a la luz los rostros y voces de algunos «cristianos valientes».