(El Diario.es/InfoCatólica) Oficiales de policía y los llamados justicieros han matado a más de 7.000 personas en la cruzada que mantiene Duterte contra supuestos adictos y traficantes. A menudo, los ataques los cometen pistoleros motocicleta que disparan y se dan a la fuga.
En otras ocasiones, a las víctimas se les avisa de que están en una «lista de objetivos» por lo que intentan huir y esconderse. En su iglesia de Ciudad Quezón en las afueras de Manila, uno de los pocos que ha proporcionado refugio es el padre Gilbert Billena, a pesar de admitir que votó por Duterte en los comicios del pasado año. «Incluso yo, que estaba a favor de la guerra contra las drogas no me esperaba este resultado», cuenta.
Muchos en Filipinas apoyan las ejecuciones, creyendo que de esta manera sus vecindarios son más seguros. Mientras, otros temen hablar por miedo a que se les acuse de colaboración. A pesar de este miedo, un creciente número de iglesias ha abierto sus puertas y sus redes de casas seguras para las personas que corren el riesgo de ser uno de los objetivos.
En uno de estos escondites está un joven de 18 años que prefiere permanecer en el anonimato. En diciembre sobrevivió a un ataque mortal por parte de uno de los justicieros durante una fiesta en una casa, en una de las principales ciudades de Filipinas. Siete personas, la mayoría adolescentes, murieron. Él sufrió una herida de bala en el abdomen.
El chico vive con miedo, teme que los justicieros vuelvan para terminar el trabajo. «Surgieron rumores de que hubo un superviviente. Y los que nos atacaron pensarán que hay un testigo», apunta. Inmediatamente después de la matanza, buscó refugio en la única institución que lo aceptaría.
Deben cambiar el rumbo de sus vidas
La iglesia le ha ayudado a encontrar un trabajo temporal en el que disfruta, según cuenta, pero en el que tiene miedo de estar expuesto a extraños. Le asustan los fuegos artificiales y, por las noches, tiene pesadillas y sufre insomnio. «Hay gente que ha sido objetivo de la policía», cuenta Billena, el portavoz de Rise Up, un movimiento multirreligioso creado para resistir a la guerra de la droga. «Les ofrecemos la iglesia con la condición de que se tomen en serio cambiar el rumbo de sus vidas».